Milagros es una mujer apasionada, que ama viajar. Asegura haber recorrido la mitad del mundo pasando por los lugares más recónditos. En el pasado supo combatir su anorexia y bulimia a partir de la conexión con la pintura, su vehículo esencial, lo que no puede faltarle. Así es ella. Mientras tenga una ruta que recorrer o una pared que pintar, está dispuesta a seguir adelante.
Asegura ser feliz e intenta levantarse y acostarse cada día con una sonrisa. Cuando se la sigue en las redes o mira la cantidad infinita de entrevistas que le hicieron alguna vez, es difícil -casi imposible- encontrarla seria. Le sonríe a la vida y sabe contagiarlo. Pero es una persona como cualquier otra, a la que le pasan cosas que no son tan lindas.
Un 20 de julio, día del amigo, se enteró que ella también tenía la enfermedad del siglo, cáncer. “Tenés un 85% de posibilidad de padecer el Síndrome de Hodgkin”, anunció el neumonólogo, luego de que ella acudiera al médico por una tos que se había instalado en su cuerpo. “No sabía ni qué era, lo único que sabía era que en Buenos Aires llovía, el día estaba gris y yo también me sentía gris”.
Según nos relata Milagros, es muy fácil sentirse culpable o víctima, pero ella decidió no sentirse víctima de nada. “La enfermedad la viví como una posibilidad de reencontrarme con mis partes oscuras y darles otros finales a cosas que me habían pasado en la vida”.
“Superarse es trazar nuevos horizontes”
En su familia, todas las mujeres habían
padecido cáncer de mama y durante años ella realizó muchas terapias
individuales para no contraer la enfermedad, porque el solo hecho de pensarlo
la aterraba. Recién cumplía 40 años, pero se sentía muy a gusto con su vida y,
además, la habían contactado desde Nueva Zelanda por una gran oportunidad
laboral, pero de repente ¡zás! Recibió la noticia y el mundo se cayó a pedazos.
“No podía entender cómo me estaba pasando a mí, yo, una persona que meditaba
todos los días, que practicaba yoga Kundalini, que trabajaba de lo que me
gustaba, que realizaba tanta actividad espiritual”.
Si bien no quiere llevar una bandera, porque cree que cada persona lo atraviesa a su forma, se permite un consejo: “Lo primero que te preguntás es por qué a mí, y yo digo por qué no. Abrazá a la enfermedad, lo que te falta hacer, ponete objetivos, seguí disfrutando. Es cierto, la enfermedad te cambia la perspectiva, empezás a vivir las cosas como si estuvieras mirándolas desde afuera, a otro ritmo; pero también te da la posibilidad de ver cosas que cuando estás sana no ves. Uno no se da cuenta de todo lo que pasa cuando no tenés salud, hasta que te toca transitar una enfermedad”.
“Yo continúo mientras tenga sueños”
Nos cuenta que ella jamás dejó de hacer lo que
le causaba felicidad, como pintar, realizar alguna que otra exposición y vender
cuadros; aunque -a veces- los médicos le recomendaban quedarse más tranquila. “Lo
más importante es que me conecté más con mi necesidad para atravesar ese tiempo
que no sabés bien cuánto dura, y que cada 15 días puede cambiar a partir de los
avances de la quimioterapia”.
El tipo de cáncer que tuvo Milagros no se podía combatir sin las sesiones de quimio, y ella tuvo que cambiar de perspectiva porque nunca creyó en la medicina, nunca visitaba al médico, ni siquiera tomaba remedios. “Tuve que cambiar mis pensamientos para que la medicación hiciera efecto en mis células y me sanara, me tuve que convencer de que el tratamiento era bueno y de que mi médico sabía lo que hacía”. La buena noticia es que, al cabo de 6 meses, se curó.
EL ARTE COMO MOTOR PARA CAMBIAR LA REALIDAD
Milagros asegura que pintando ella puede cambiar
un paredón, la mirada de una persona, la vida de varias, pero que en esta
oportunidad la ayudó a conectarse más con todo lo que le generaba a ella la
enfermedad. “Por suerte, a mí no me define la enfermedad, sino todas las cosas
que hice en mi vida, como haber viajado tanto. Por eso mi consejo es volvé a
vos, empezá a centrarte. Yo volví a historias del pasado para armar el
rompecabezas, a entender, a mover cosas de lugar. Es el momento para estar con
vos misma, sos tu prioridad”.
Cada uno hace lo que puede. En su caso, cuando
las quimioterapias iban haciendo efecto, su pelo comenzó a caer, pero a ella
nunca le importó. Para Milagros el cáncer le estaba mostrando algo más profundo,
que, así como el pelo se caía, era momento de soltar. Por eso decidió pelarse y
conectarse con su sanación. Y en este sentido, el cabello quedó en un lugar de
poca importancia. “La gente te juzga cuando contás que tenés cáncer, como si
fueras culpable de algo. Yo no sé por qué me pasó y no tengo nada que ocultar. Lo
único que sé es que no hay una fórmula mágica para la sanación personal”.
Ella también confiesa haber juzgado a las personas que no se trabajaban a sí mismas, que no meditaban, que no hacían lo que les gustaba, y, sin embargo; a ella que hacía todo eso, le pasó.
“Sigo adelante con una sonrisa, confiando en que por algo fue”
SUPERARSE DÍA A DÍA
“Las ganas de vivir son el todo, son la
respuesta. Eso hace que le ganes a lo que quieras”. Y lo asegura convencida,
aún, sabiendo que la quimioterapia causa desgano, apatía, ganas de hacer nada. Pero
de la misma manera te hace trabajar la voluntad. “En mi caso, sabía que me
faltaba medio mundo por recorrer y para eso necesitaba seguir viviendo. Por eso
me prometí abrazar la vida”.
En una de las tantas terapias que llegaron a sus manos, un señor le dijo que debía preguntarse qué había pasado con sus emociones para contraer la enfermedad. ¡Chapeau! Tuvo que hacerse muchísimas preguntas e indagar en su interior. Milagros admite ser una mujer que siempre ayudó a los demás con sus problemas, y que cuando esas personas se enteraron de que estaba enferma, inmediatamente se acercaron a retribuirle con amor y ayudas de todo tipo. Pero ella sabía que no podía aferrarse a todo eso, sino solo a lo que respondía a su propio yo. “Ahora me tocaba ayudarme a mí misma”.
“Lo más importante en mi vida es soñar”
COMENZAR A SANAR
“El cáncer viene
de la mente y de las emociones. Por eso mi mensaje es que la vida continúa, que
tenés que ponerle onda, más allá de la enfermedad. Aunque parezca raro, la vida
no termina ahí. Me hubiera encantado no tener que atravesarlo, pero la vida nos
pone a prueba. Por ahí en algún momento pueda entender del todo por qué me tocó
a mí”. La doctora en un momento me dijo: “Esta es una vida entre paréntesis”. Y
así fue y así la sentí, un momento para analizarme desde otro lugar y a otra
velocidad. Y eso mismo les digo hoy a quienes les toca vivir una enfermedad:
buceá en tu interior, reconciliate, perdoná”.
Hoy está tranquila, tiene trabajo, sus
proyectos volvieron a encausarse, está trazando nuevos horizontes y lo más
importante de todo, está sana y sigue recurriendo a la pintura para conectarse
con su alma, con ella misma.
“Lo más importante en mi vida es soñar. Cuando estuve enferma no podía focalizarme más que en sanarme, porque la enfermedad te conecta con el mismísimo presente. No sabés cómo te vas a sentir mañana. Antes no paraba, hacía de todo. Hoy me tomo otros tiempos, descanso, paro. No me siento culpable por frenar. Hoy continúo, mientras haya sueños por los cuales seguir andando”.
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