Diego, llenaste de gloria a un país entero. Desde tu humilde origen, allá en Fiorito, llegaste a la tierra desde algún planeta de otra galaxia. Cuando, a partir de los 11 años comenzaste a colmar de alegría a los ojos y corazones de la hinchada del bicho, cuando en los entretiempos de los partidos, salías a jugar con tu chiche más preciado.
Esa, que, desde chiquitito, fue tu amiga y compañera inseparable. Esa, que no se mancha. Esa, a la que tantas caricias le prodigaste con tu zurda maravillosa, como a la novia más amada. Ese pie, el izquierdo, no es de esta tierra. Es una varita mágica que, en lugar de paloma, toca una esfera de cuero. De esa conjunción salieron los trucos y malabares más fabulosos de toda la historia de la humanidad. La expresión que lo manifiesta de manera genuina es, por ejemplo, la de Pablo Ares. Vecino de la vereda de enfrente de la cancha, quién lo trató a Diego de Cebollita. Lo conoció de cerca, como dos chicos contemporáneos y lo quiere como nadie: “Te pueden decir Pelusa. Te pueden decir el Diego. Siempre hay que decirte gracias. Gracias por tu magia y por tu fuego. Tu zurda fue melodía. Fue un lápiz, también pincel. Fuel el camino de los nadie, para empezar a creer. En la cancha o estando afuera, con tu entrega demostraste. No importa adonde se llegue, no olvidar dónde arrancaste. Por más que pasen los años, no habrá nadie como vos. Yo guardo un sueño cumplido, que lo vi nacer a D10S”.
Video producido por Pablo Ares
Los orgullosos simpatizantes del bichito no lo podían creer. Tenían a un superdotado en el semillero. El corazón les latía muy fuerte por la emoción. Corrían la voz para darle envidia a las hinchadas contrarias. Pronto el rumor se consolidó. Paso de boca en boca y te iban a conocer de todos los cuadros. Todos maravillados, esperaban lo mejor que podían ver en una cancha. Eso no estaba en el programa del partido. Sucedía en el entretiempo. El niño maravilloso, el Cebollita Pelusa, haciendo magia con la pelota en los pies, el famoso jueguito que solo los iluminados pueden realizar.
El golazo del artista, cuando superó a cinco ingleses en fila, que no se atevían a tocarlo. El mejor de todos los mundiales.
Desde ese entonces cuantas alegrías nos regalaste a los argentinos. Eduardo Galeano, de manera muy particular, comentó los dos goles a los ingleses: “Este ídolo generoso y solidario había sido capaz de cometer, en apenas cinco minutos, los dos goles más contradictorios de toda la historia del fútbol. Sus devotos lo veneraban por los dos: no sólo era digno de admiración el gol del artista, bordado por las diabluras de sus piernas, sino también, y quizá más, el gol del ladrón, que su mano robó”.
El gol con «la mano de Dios»
Nos demostraste que podemos ser los mejores. No solamente que nos la creíamos. Teníamos un representante que era el mejor de todos. Era bien nuestro, Dios lo puso en estas tierras. Como a todos los recursos naturales, que son nuestras mayores riquezas. Siempre mostraste el camino. Pero Diego, como vos no somos todos. El más grande sos vos. El resto, estamos lejos. Ojalá una porción importante de nuestra población pudiera tener tu misma actitud. La grandeza de emprender todos los desafíos porque confías en resolverlos. Podías ganar. Y ganaste mucho.
El poeta uruguayo Mario Benedetti, como escritor, no lo pudo describir de mejor manera a Diego, expresar sus emociones por medio de la pluma: «Hoy tu tiempo es real, nadie lo inventa. Y aunque otros olviden tus festejos, las noches sin amor quedaron lejos. Y lejos el pesar que desalienta. Tu edad de otras edades se alimenta, no importa lo que digan los espejos. Tus ojos todavía no están viejos y miran sin mirar más de la cuenta. Vida tuya tendrás y muerte tuya. Ha pasado otro año, y otro año. Les has ganado a tus sombras, aleluya». Nos brindaste una barbaridad de triunfos inconmensurables. Te queremos cebollita. Gracias por todo.
Por Francisco Grillo
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