noviembre 22, 2024
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SUPERVIVIENTES: La inspiradora historia de Sebastián Armenault, el argentino que realiza generosas donaciones con cada kilómetro que recorre.

“Salgo entre los últimos, pero me siento el campeón del mundo”

Vivimos en una sociedad exitista, para la cual
la superación personal pasa por superar a los otros. El clic de Sebastián
sucedió en pleno desierto, cuando se dio cuenta de que esto no es así, no al
menos para él.

Sebas era director de una empresa, con toda la estabilidad que eso presupone, con dos hijas a su cargo a quienes cuida y mantiene y con una vida tradicional, el tipo de vida que el sistema prepara para nosotros.

Hasta que un día, a sus 40 años, un amigo lo invita a correr a los Lagos de Palermo. En apenas 2 kilómetros, Sebas queda exhausto. Si bien proviene de un seno familiar donde el deporte siempre estuvo presente, tiene dos hermanos que llegaron a jugar primera division de rugby. Él también jugaba al rugby, pero no llegó muy lejos.

Para sorpresa de todos, y sobre todo de sí mismo, con un esfuerzo que él define “kilómetro a kilómetro” a los 45 años Seba llegó a correr 170 km en el Desierto de Emiratos de Omán.

“Cuando corrí los 200 km del Sahara, el que llegó primero se llevó 5.000 dólares, yo llegué en el puesto 693 y doné más de 50.000 dólares. Por ejemplo, en el geriátrico doné anteojos recetados a todos los abuelitos, a uno de 92 años le cumplí el deseo de que pueda leer el diario por las mañanas. ¿Qué más se necesita?”

Cuando conocemos experiencias de este tipo, nos damos cuenta que no importa la edad cuando se trata de cumplir sueños. “Fui a correr a ese desierto y al llegar, me habían perdido el bolso. No tenía casi nada de equipamiento. Me encerré a llorar en la carpa, pero hubo algo que me salvó. Tenía dos cartas escritas por mis hijas. Las leía y me daban fuerzas para continuar. Quise correr igual y lo hice. Cada día era más duro que el anterior. ¡No daba más! Logré correr los 170 km con las zapatillas llenas de arena, perdí 8 uñas de los dedos del pie”, nos cuenta. Y agrega: “en medio del desierto, y a pesar de las circunstancias, sentí que estaba haciendo lo que me apasionaba. Me di cuenta de que eso era lo que quería”.

Esos 170 km marcaron un antes y un después en su vida, porque al volver a Buenos Aires, se sentó junto al presidente de la empresa en la cual era director y le contó que en 8 meses dejaría el puesto. Así fue como abandonó una posición corporativa de muchísimos años, para armar desde cero este proyecto que se llama: Superarse es ganar.

Muchas veces nos sentimos en un desierto, independientemente del contexto, y no sabemos qué hacer, a mí el desierto me dio la respuesta”.

¿Tuvo miedo? Claro que sí, el miedo nos va a acompañar siempre, pero Sebas logra transformarlo en un desafío, logra enfrentarlo. “Tenés que confiar en vos, tenés todo lo que necesitás para llegar a donde quieras llegar”. Lo cierto es que la vida se trata un poco de eso, de trabajar para encontrar nuestro lugar, nuestro para qué. “Como muchas veces no sabemos qué queremos, aparece el fracaso, y esto es porque solo buscamos resultados. Hay que hacer lo que a uno le apasiona, eso transforma la idea de fracaso”.

Sebas nos cuenta que cuando subió el Aconcagua, faltándole apenas 400 metros para alcanzar la cima, se larga una tormenta, evacúan la montaña y tiene que suspender la subida. 18 días caminando para nada, pensaba él, sumergido en el más profundo de los fracasos, hasta que se cruza con un neozelandés que le dice: “Yo llevo más de 30 montañas en el mundo. La primera que subí fue de 2.200 metros. Vos en tu primera escalada estás haciendo 6.580 metros. ¿Te parece que fracasaste?

Antarctic Ice Marathon Dec. 1

Volvemos a lo mismo, es una sociedad exitista, para la cual, si no ganás o batís un récord, parece que no existieras. En este contexto, él introduce el mensaje de superación.

“Si das todo, tenés que entender que es posible que no llegues a ese sueño. Lo que cambia es cuando dejás todo y sabés que no alcanzó. Cada vez que hagamos algo, es posible no llegar al súper objetivo. Eso no tiene que hacer que bajemos los brazos”.

Superarse es ganar: de qué se trata

Es un proyecto en el que, por cada kilómetro recorrido, empresas como Weber, Puma, Gatorade y Total Magnesiano; entre otras, realizan donaciones que Sebas recolecta y distribuye en organizaciones que lo necesitan. ¿Cómo hizo para convencer a estas empresas de que lo ayuden? “En mi caso el desafío era doble porque no soy famoso, no batí ningún récord, pero tengo un objetivo que es muy alentador: hacerle entender a las empresas que podemos llevar juntos un mensaje. Me apoyan por eso, no por un resultado, eso es un gran logro.”

Sebas apadrina a tres merenderos, uno lo están terminando de construir ahora con los materiales que él mismo consiguió en el Iron Man que corrió en Mar del Plata en el verano. Estos merenderos son: “La unión hace la fuerza” (Ezeiza), “Mis peques” (Tortuguitas) y “Jardín de Dios” (José C. Paz).

“No hace falta ser el campeón del mundo, sino sentirse el campeón haciendo lo que nos gusta. Con ir a leerle a un abuelito en un geriátrico o acompañar a los chicos en un merendero, me llena. Yo siempre salgo entre los últimos, pero me siento el campeón del mundo.”

Nos cuenta que sus dos medallas récord son sus dos hijas que hoy, con 21 y 24 años, trabajan y estudian de lo que les apasiona. “Yo lo descubrí a los 40, mis hijas ya masomenos lo saben, entonces quiere decir que captaron mi mensaje. Esa es la copa más grande del mundo”.

“Cuando corrí los 200 km del Sahara, el que llegó primero se llevó 5.000 dólares, yo llegué en el puesto 693 y doné más de 50.000 dólares. Por ejemplo, en el geriátrico doné anteojos recetados a todos los abuelitos, a uno de 92 años le cumplí el deseo de que pueda leer el diario por las mañanas. ¿Qué más se necesita?”

Ahora está por correr 165 km en el Desierto de Catamarca, la Fiambalá Desert Trail. Frenará en un pueblito que se llama Las papas, con 40 habitantes, 8 casas y 1 escuelita. Allí hay 20 chicos de hasta 15 años, a quienes les lleva un kit con 2 pares de zapatillas, ropa, cepillo dientes, pasta dentífrica, útiles escolares, un regalo y una carta escrita por cada madrina.

Además de todo esto, Sebas es el primer sudamericano en correr los 7 continentes. “Fueron 7 carreras en las cuales siempre salí entre los últimos, y a pesar de eso estoy en un cuadro de honor mundial. No hace falta ganar una carrera para sentirte el campeón del mundo, sino animarse a correrla”.

¡Por todos estos lugares llevó la
bandera argentina!

  • 120 Km del Sahara – Túnez
  • 170 km del Desierto de Emiratos de Omán
  • 190 km del Himalaya – India y Nepal
  • 200 km de Nueva Zelanda
  • 250 Km del Sahara (Maratón de Sables)
  • 50 km del Polo Sur, siendo el primer argentino en correr esta distancia en el Continente Blanco
  • 200 km de Nueva Zelanda
  • 330 km Transalpina 4 países (Alemania, Austria, Suiza e Italia)
  • Maratón de Palm Beach EE.UU., donde logró ser el primer sudamericano y argentino en correr por lo menos un maratón (42 km) en los 7 continentes (A. del Sur, Europa, Asia, Oceanía, África, Antártida y A. del Norte)
  • 250 km del Desierto de Gobi, en China
  • 257 km del Amazonas, en plena Selva Brasilera
  • 42 km del Untertage – Marathon Sondershausen (Alemania), siendo el primer argentino en correr a 850 metros bajo la tierra, en una mina de sal.

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