Luego de una entrevista del diario La Nación a Marina Bussio, historiadora y directora de «Horizonte la Revista de Caballito», se publicó el siguiente artículo sobre el fantasma de planchadora de la Quinta Lezica.
«Durante el siglo XIX, en la quinta de la acaudalaba familia Lezica, donde hoy se emplaza el espacio verde, desapareció una planchadora sin dejar rastros; a partir de ese hecho, se tejieron varias versiones sobre el destino trágico de la joven.
Cuando fueron a buscarla, su pequeña pieza en la casa de los empleados domésticos cerca del ombú estaba vacía. Nadie supo sobre el destino de la bonita y alegre planchadora de la quinta de la familia Lezica, sino hasta unos meses después cuando un espectro comenzó a atemorizar a los vecinos al caer el sol.
La joven formaba parte del personal de trabajo de la quinta de Ambrosio Plácido Lezica, el acaudalado empresario, político y dueño de las tierras, donde actualmente se emplaza el Parque Rivadavia en el barrio de Caballito. Su desaparición repentina dio lugar a una de las leyendas más populares de esa zona. “Como toda leyenda tiene una base en una historia real, porque es cierto que esta muchacha, una planchadora morena, muy bonita, existió y era empleada de la familia Lezica”, cuenta Marina Bussio, historiadora y miembro de la Junta de Estudios Históricos de Caballito, que afirma que obtuvo la información de Antonio y María Lezica, descendientes directos de esta familia considerada una de las más poderosas de Buenos Aires durante el siglo XIX.
“Ambrosio Lezica tenía mucho personal de servicio y entre cocineros, lavanderas, jardineros, había una planchadora a la que un día no se la vio más. A partir de esta desaparición se empezaron a tejer las historias que dieron lugar a esta leyenda”, dice Bussio. Una de las versiones más difundidas sobre su trágico desenlace es la que sostiene que la planchadora tenía un novio oficial pero también otras amistades o jóvenes que frecuentaba. Al enterarse de esta situación, en un ataque de celos, su prometido la degolló con un cuchillo y le hizo un corte tan profundo que la terminó por decapitar. Por su parte, el historiador Eduardo Lazzari, adhiere a la versión que señala que esta planchadora era una de las antiguas esclavas negras convertida luego en personal doméstico, algo muy común en esa época. “Se dice que estaba casada con un cochero de la familia Lezica y que, en una circunstancia incómoda, el marido la descubre siéndole infiel con otro de los sirvientes de la casa y es entonces cuando le corta la cabeza y deviene todo lo que se conoció luego sobre la aparición del fantasma de la planchadora”, aclara Lazzari.
Poco después de este terrible episodio, los vecinos que se acercaban por la noche a la zona donde hoy está la noria de la vieja quinta veían a la joven pasearse llevando en una mano la plancha y sosteniendo su cabeza con la otra. “Esta historia generó tanto miedo que, por ese entonces, la gente no se animaba a caminar cerca del parque cuando oscurecía ante el temor de ver al fantasma de la planchadora”, cuenta la autora del libro De la quinta Lezica al Parque Rivadavia, (Editorial Horizonte, 2007). Los detalles de la aparición espectral son terroríficos, según explica Lazzari. Y señala que la leyenda dice que se la podía ver con una falda larga y negra y una camisa blanca, la plancha al rojo vivo –tal como se veían en ese entonces estos artefactos que funcionaban a carbón–, en una mano, y balanceando su cabeza en la otra.
Versiones Pero existen también otras versiones acerca del triste final de la planchadora. “Hay tantos finales como personas que cuentan la leyenda”, afirma Bussio. Otra de las explicaciones sobre su desaparición es la que suma al relato otra muerte trágica, la de uno de los hijos de Ambrosio Lezica.
El rico comerciante tuvo ocho hijos: Ambrosio, Domingo, Dominga, Clara, Candelaria, Victoria, Ángel y Rosa. Sin embargo, no se sabe a cuál se le atribuye esta historia. “Se dice que uno de sus hijos se ahorcó en el eucalipto que Domingo Faustino Sarmiento le había regalado a su padre, pues ambos eran grandes amigos”, explica Leonel Contreras, historiador y también miembro de la Junta de Estudios Históricos de Caballito. En esta otra versión que recuerda, el joven, muy atractivo, se se veía con varias mujeres y una de sus amantes era la planchadora. “Una de las hermanas del joven, que no tenía tanta suerte con los hombres y envidiaba que su hermano tuviera tantas novias, decidió contarle que la planchadora estaba con otro. Es él quien la busca, le corta la cabeza y luego se suicida”, relata Contreras.
Sin embargo, el historiador aclara que también se creía que la misma familia Lezica había inventado la historia para que nadie se animara a pasar cerca de la quinta por las noches. En ese sentido, Bussio coincide en que el que en la zona de la calle Rosario había un paredón de muy baja altura que daba a una plantación de árboles frutales de naranja, limón, mandarinas y “los chicos se metían por la noche a robar fruta”, relata la historiadora y afirma que, a partir del momento en que empezó a circular el relato, no lo hicieron más.
Despechado “O mía o de nadie más”, habría dicho el hijo de Ambrosio Lezica, enamorado de la joven y a quien su familia no le permitía esa relación por tratarse de una “sirvienta”. Una tercera versión del final de la planchadora que todavía se cuenta por el barrio es la que dice que el joven fue el que la mató o la mandó a matar por el desconsuelo de saber que podría estar con otros hombres y no con él. ¿Existen más versiones? Definitivamente sí y Bussio expone que en las visitas guiadas que realiza habitualmente al Parque Rivadavia, los mismos vecinos le cuentan distintos finales como, por ejemplo, aquel que refiere que la autora del crimen es Candelaria, una de las hijas de Lezica. “Se trataba de una joven bonita a la que la familia tenía muy cortita. No le permitían bailar en las reuniones y fiestas que organizaban en la quinta, ni tampoco que la visitaran muchachos. Entonces viendo que la planchadora tenía una vida de muchos hombres es ella quien la mata o la hace matar por celos”, detalla. En sus diferentes versiones, esta historia es parte del imaginario urbano y una de las tantas leyendas que circulan por la ciudad. Aunque con el paso del tiempo la fuerza del relato se perdió, aún son muchos los que caminan a paso rápido por la noche cerca del parque por temor a encontrarse con el fantasma. “Si uno trata de encontrar una explicación lógica y real, la joven pudo haberse ido a otro trabajo, pudo haberse casado y mudarse. El cuerpo nunca apareció pero la habitación vacía en la sencilla construcción destinada a la servidumbre dio lugar a esta leyenda de los múltiples desenlaces”, finaliza Bussio. »
Por Silvina Vitale