Que maldita costumbre la de herir a otra persona, en el afán de vanagloriarse en la bandera del sincericidio… ¿con que necesidad?
A las palabras no se las lleva ningún viento, las palabras quedan, permanecen, hieren, enamoran, duelen, seducen, alegran, entristecen, marcan o dejan huellas.
Entonces la pregunta es: ¿por qué si tenemos la posibilidad de no ofender… elegimos hacerlo… ¿y que ganás? posterior a ese acto… Es una hermosa tarea para el hogar, para que, con total honestidad con vos mismo, te respondas. Sería muy importante profundizar, para poder laburarte y ponerle stop a la ofensa por deporte.
Caso contrario, con la misma vara que midas a los demás, te evaluarán a vos, porque la vida es bumerán. Y cuando te toque recibir, te ofenderás…
Ser seres genuinos es lo que tenemos que promover, como un valor humano. Pero de ninguna manera hay que darle permiso a nuestra oscuridad para darle entidad al sincericidio sin sentido.
Cuando te encuentres con una amiga que no ves desde antes de la pandemia, que lo primero que le digas no sea sobre algún aspecto físico que según vos no la favorece… ella no pidió tu opinión.
Cuando un familiar consigue un puesto laboral en el exterior, no lo aseches con tu pesimismo, no te vino a darte la noticia para eso.
Cuando tu pareja te avisa que se quedó sin trabajo, no es momento para clavar un puñal en la llaga.
Filtro por favor, ¡filtro!
Si tienes la opción de tener la razón o ser gentil… elige la gentileza.
Con afecto.
Noelia de la Fuente, Psicóloga Social.
Ig: @delafnoe