Por María José López Tavani
“La Tierra ofrece lo suficiente como para satisfacer lo que cada hombre necesita, pero no para lo que cada hombre codicia”
Mahatma Gandhi
En la sociedad de consumo, en verdad, nos consumimos a nosotros mismxs. Consumimos situaciones, objetos, vínculos. Consumimos nuestra igualdad, nuestra capacidad de discernir y finalmente, nuestra capacidad de elegir. Y la aburrida rueda del hámster sigue corriendo, claramente, sin llegar a ningún lugar.
Quienes que manejan la sociedad de consumo, con ayuda de algoritmos, de imponentes empresas informáticas, nos define y clasifica como potenciales clientes de lo que sea. Y se nos vende. Y compramos aquello que quizá en poco tiempo sea descartable o incluso no necesitamos. Más basura a la Madre Tierra. Que grita. Y menos preguntas sobre qué manos han confeccionado lo que compro.
A la par, seres humanos que nada tienen, que revuelven la basura y forjan esperanza y sobrevida en los cartones. Naturalizamos la violencia que el sistema capitalista ejerce a través de monopolios. Ya no nos duelen las vísceras por los muchos. La ética se pierde entre espejitos de colores que quizá los conquistadores dieron a nuestros pueblos originarios. También sufrientes, desterrados, excluidos. Civilización o barbarie.
Los Derechos básicos se tornan privilegio. Se invierte en tecnología pero no se alimentan nuevas energías amistosas con la Naturaleza. Ni se rehúsa a la guerra ni se intenta acabar con la destrucción de la Tierra, ni cesa el imperialismo de los paises más poderosos. Una vez un amigo me dijo esta frase: “el fascismo comienza con un pequeño acto fascista” -entendiendo fascismo como régimen nacionalista y totalitario-. Plagadas la Tv, radio, diarios y redes sociales de material radioactivo, avanza la cosificación, la autocosificación, el odio. Y las palabras bonitas, amables, amorosas, que poquísimos hacen carne.
Entender, para ser libres
En ciertas escuelas Taoístas se enseña que los sentidos son ladrones. Rufianes pues nos impiden ver lo esencial. Miro la mercancía, la toco, la huelo, incluso puedo degustarla u oírla. De allí las palabras sin magia: éxito-fracaso, de acuerdo a lo que se puede comprar. Y la competencia absurda, brutal, en lugar del espacio a la comunidad, a las muchas voces, a la multiplicidad de talentos. Tener infinidad de cosas no nos hace seres humanos plenos. Los vacíos se trabajan con recursos interiores. No con compras o relaciones.
Mientras, las fronteras escupen muros. La discriminación por género, etnia, clase social, edad, aumenta. La Tierra es madre de cada uno de nosotros, dadora, bondadosa, contenedora, la misma para todos sus hijos. Todos. Migrantes e inmigrantes vencidos por el sueño de nuevas y benéficas posibilidades frente a una verdad hiriente, miserable, provocada por la avaricia, la codicia, de unos pocos rufianes.
La pandemia nos trajo miedo, paranoia, egoísmo. ¿La pandemia nos trajo miedo, paranoia, egoísmo? ¿O es que siempre los cargamos y salen como una ola brutal en la inmensidad de aquello que somos? O mejor dicho, que vamos siendo, que vamos eligiendo ser.
Frente a una emoción y/o pensamiento parásito podemos ser testigos, dejar pasar las imágenes y palabras como humo, nubes que vienen y se alejan, observar la película de nuestra mente al igual que la proyección de una película; respirar conscientemente y anclar nuestra existencia en el Aquí y Ahora. En ese estado, no existen exitosos ni fracasados, no hay ansías de comprar, de ser, a través de los mandatos que la sociedad nos impone: la Existencia sólo nos exige ser Presente. Pensar y rebelarnos frente a una sociedad que impulsa el egoísmo. Hasta en un asiento de un colectivo.
A esta altura Despertar ya no es una opción sino una necesidad para con la Pachamama y todos sus Reinos.
Elige. Podes Elegir.
María José López Tavani