19 de octubre, 2021
Después de 30 años se vuelve a publicar –ahora de forma completa- el curso que Néstor Perlongher dio en la Argentina, el último antes de su muerte, sobre el éxtasis, cómo abandonar el cuerpo y salir de sí, en un momento donde su cuerpo estaba colmado de dolor y medicación y su mística pertenecía al Santo Daime, con rituales para la ingesta de la ayahuasca, pero también al Padre Mario.
Las
cintas perdidas y encontradas
La propuesta de
publicar en un libro el curso que Néstor Perlongher había dado en el CAF
(Colegio Argentino de Filosofía) sobre la religión del Santo Daime, el éxtasis
y la ayahuasca, en noviembre de 1991, le llegó al editor de Urania, Raúl Veroni,
por parte de Christian Ferrer, quién fue muy amigo de La Néstor -y que también trabajaba
por aquellos años en el CAF, que dirigía Tomás Abraham-.
Al curso, Perlongher lo
llamaba “Las formas del éxtasis” y estaba planificado para darlo entre el 15 de
noviembre y el 15 de diciembre de 1991, con una duración de una hora y media
cada clase -serían cuatro en total- y dictaría una por semana. La Néstor le pidió
a Abraham que no se programen las clases para los jueves o viernes, y que
fuesen temprano, a eso de las 18 hs. Finalmente el curso se llevó a cabo
durante cuatro martes seguidos, comenzando el 12 de noviembre a las 19 hs.
Raúl Veroni nos
permitió escuchar algunas palabras introductorias de la conferencia
antropológica que dio La Néstor, donde se escucha su voz cadenciosa y clara –el
sonido es limpio y sin ruidos de fondo-. Nos cuenta que recibió el texto
desgravado y depurado por Shila Vilker, listo para salir a imprenta, revisado
por Christian Ferrer. “Mi trabajo de editor fue cuidar la edición y el diseño.
La idea de la tapa psicodélica y marmolada fue de Gustavo Ibarra”. La editorial Urania, por donde salió el curso
con el nombre “Antropología del éxtasis”, es de tinte artesanal; fue fundada en
1943 por el papá de Raúl, para bibliófilos con tiradas que rondan los 200
ejemplares.
Osvaldo Baigorria, quién escribió el prólogo del libro, además de mantener
una amistad durante muchos años con La Nestor y haber publicado el intercambio
epistolar “Un barroco de trinchera- Correspondencia 1978-1986” estuvo
en una de las clases del curso y cuenta al SOY: “No recuerdo mucho pero esto
sí: estuve en una de esas charlas del CAF en 1991, donde habría unas 20
personas y la grabación estuvo a cargo de Tomás Abraham, quien más tarde cedió
los casetes a Christian Ferrer. Varios años después Christian le envió el
casete a alguien de la cátedra para que se encargara de la desgravación, y
luego me pasó el texto para que yo lo editara con vistas a una publicación en
la revista “Sociedad” de la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA.
Así que fui el editor de ese texto, al que estuve recortando y pegando en
cierto orden para que fuese publicable en esa revista, donde salió por primera
vez en otoño del 2004, junto a una presentación que escribí y que ahora fue
reproducida como prólogo en el libro que publicó Urania”, parte del curso había
salido en el libro “Prosa plebeya”. Frente a mis insistentes preguntas –ya
cansado- Baigorria me dice: “No recuerdo más nada, querido. Fui a esa charla durante
un viaje de visita a Argentina porque en ese momento yo vivía en Madrid, y
justo coincidimos con Néstor que vivía en San Pablo y viajó a Buenos Aires. Un
día fuimos a la cantina Filicudi en La Boca con él y Sara Torres, otro día a la
charla en el CAF, a algunos cafés de Corrientes…”.
Tomás Abraham, quién dirigía
el CAF por aquellos años, cuenta al SOY: “Yo registraba las actividades del CAF
y no sé a dónde fueron a parar esos casetes. Néstor jamás se presentó como
transgresor. Nunca hizo gala de marginalidad -al contrario- era un profesor,
antropólogo, y las charlas que daba sobre este tema, donde interviene la mística,
drogas y experiencias extrasensoriales las daba con suma sobriedad, austeridad
y al mismo tiempo con una cordialidad y libertad que permitía a todo el mundo
imitarlo. Néstor siempre fue una persona muy seria y a través de su poesía
transvasaba límites y provocaba incomodidades en una cultura machista, en todas
sus vertientes, y él hizo lo suyo para resquebrajar eso”.
Shila Vilker, la joven filósofa que se encargó de la desgravación, cuenta a SOY: “El que estuvo ahí y él que me pasó los casetes fue Christian Ferrer”. Shila en 1998 se había incorporado a la cátedra “Seminario de informática y sociedad” de Christian Ferrer, quién sabía que Shila se había hecho devota de la obra de Perlongher, y le pasa unos casetes, eran cuatro TDK, con el curso completo de Néstor. “Fueron dos clases –en realidad 4- que Perlongher dio en el CAF en una época donde no había muchos ensayos publicados de él; creo que porque era muy contracultural y revulsivo, incluso para la comunidad LGBT. Néstor era muy discutido hasta en el Centro de Estudiantes”.
El
viaje
Perlongher venía
planificando y postergando el viaje a la Argentina desde hacía más de un año.
La fiebre, el cansancio y la apatía –que él decía confundir con depresión- lo
impedían: “El coco estalla y roe el alma asustada”, le contaba en una carta a
Sara Torres porque las llamadas telefónicas eran carísimas -encabezándola “Sara
Adorada”- fechada el 1/10/1990. “Estoy tomando unos antibióticos fuertísimos
que sumados al AZT, y a otras cosas que ya estaba ingiriendo, me transforman en
una verdadera creación química”.
Hacía poco tiempo, en
la segunda mitad de 1989, cuando se instaló en Francia debido a una beca que
había ganado, se enteró que era portador del SIDA. De esa estadía surgió el
texto “9 meses en París”, donde narra lo insufrible que le resultó la élite
intelectual francesa -que encontró decadente y racista- y cuyo ensayo no
consiguió publicar en vida por desidia de los editores a los que les enviaba el
texto.
Con los pasajes sacados
para despegar de Sao Paulo el 12 de diciembre de 1990 tuvo que cancelar el
viaje. Su cuadro se había agravado y se le sumó una neumonía que trataron con
masivas dosis de antibióticos, haciendo que quedara postrado en la cama por más
de 20 días. “Puede ser toxoplasmosis cerebral (gravísimo necrosa) o
tuberculosis ganglionar (no menos halagüeña)”, escribió Perlongher, diciendo
que no quería que se supiera nada en la Argentina sobre su enfermedad: “Un
horror, ¿cómo enfrentar eso?, me muero de miedo”.
Su expectativa era
pasar un mes en la Argentina para dar el curso en el CAF y hacer
peregrinaciones matinales a González Catán donde estaba el Padre Mario: “Me
convenzo cada vez más de la divinidad total del Padre Mario, y lo adoro”. Le
escribió en estado de éxtasis un poema larguísimo titulado “Alabanza y
exaltación del Padre Mario”, mientras esperaba que se publicara su libro de
poemas “Aguas aéreas” que sufría innumerables postergaciones.
Sin
lugar
A su precario estado de
salud se le sumó una operación de hemorroides que postergó para poder realizar
el ansiado viaje a Buenos Aires. En una de las últimas cartas a “Sarita del
Alma”, fechada el 2/9/91 escribía: “Postergué la operación para febrero porque
no quiero por nada del mundo dejar de ir a Buenos Aires en noviembre, para el
curso del CAF. Pienso, si los dioses son gratos, llegar alrededor del 8 de
noviembre y quedarme hasta mediados de diciembre o un poquito más. ¿Será que me
aguantarás tanto tiempo?”, le preguntaba a Sara pero no obtuvo respuesta.
A Christian Ferrer le decía
que estaba con un serio problema: Tenía todo listo para ir a Buenos Aires pero
no podía quedarse en lo de Sarita, después contaba con la casa de Jorge Luis
Giacosa, pero quedó consternado frente a su respuesta y se encontraba sin lugar
donde parar. “El problema, confieso, me deprimió mucho. Se me vino el alma al
piso. Quedé paralizado y aún no consigo reponerme. Ocurre que me comprometí a
dar un curso en el CAF, de cuatro seminarios, que debe durar un mes…”, le decía
a su amigo Marcelo Benítez. Finalmente no se quedó todo el mes en la casa
Giacosa sino una semana y consiguió un departamento vacío donde guarecerse.
Mientras Perlongher
pisaba el suelo argentino, la revista El Porteño (noviembre 1991) publicaba el
ensayo “La desaparición de la homosexualidad”, donde La Néstor hablaba de la
siniestra coincidencia entre el esplendor de actividad sexual/homosexual y la
emergencia de una enfermedad que usa el contactos entre los cuerpos para
expandirse en forma aterradora. Conclusión: la confluencia entre el sexo y la
muerte.
El
curso
Abraham lo recuerda en
una de esa tarde: “Iba vestido con ropa suelta, con calzado -nada de cuero-
tipo zapatones, con colita y anteojos; así… a la brasileña…”.
Perlongher estaba muy
triste y cansado cuando llegó a la Argentina. “Es difícil mantener el ánimo en
estas circunstancias. Hay, de cualquier modo, cosas animadoras”, le contó a un
amigo, motivado por volver a Buenos Aires y dar el curso que se había
comprometido a dar, pidiendo una licencia en la Universidad de Campiñas, donde
trabajaba como profesor.
“No me imagino un curso
muy concurrido, en cuanto a personas, no creo que haya en un aula magna, sino que
fue algo intimista, en un aula con poca gente. Fueron 4 casetes los que me dieron
y 20 horas de laburo. Yo escuchaba una voz muy clara y carismática. Un tipo muy
claro en la forma de exponer que sabía muy bien lo que decía. Había una
conferencia armada; no es que llegó y dijo lo que le parecía. Lo que me acuerdo
de las clases es que el tipo era absolutamente fascinante, por la
administración de esta escena antropológica”- cuenta Shila- “Los casetes y la
desgravación fueron un premio para mí… Fue acceder a un tesoro oculto. Ferrer
me estaba regalando la posibilidad de acceder a una joya. Pasaron 10 años desde
que se hicieron esas charlas hasta que yo tuve acceso a ella y que las
desgravé. Ahora se publica en un libro, 30 años después, es una sorpresa para
mí, un capítulo de mi vida que vuelvo a revivir”.
La pregunta acerca del
motivo de publicar a Perlongher oral, después de 30 años, no tiene una
respuesta concluyente. Ferrer se encuentra internado hace seis meses pero
unos días antes se contactó con el
editor de Uranio para proponerle llevar a cabo este proyecto que ya es un sueño
realizado. Desde el sanatorio contesta al SOY: “Las rescaté, a las charlas,
para que Néstor no sea olvidado, y para que un aspecto de su pensamiento, no
siempre enfatizado, sea recordado. Pero no fui yo el editor de esas
conferencias, sino Raúl Veroni. Son cuatro casetes. Las charlas que se daban en
el CAF se grababan ‐siempre‐. La memoria puede ser elusiva, pero no recuerdo
que hubiera muchos concurrentes, quizás unas 20 personas”.
Después de su
exposición, Perlongher dejó un espacio para preguntas y la cosa desembocó en un
intercambio de ideas donde La Néstor incorporó a su discurso apreciaciones o
ideas que habían surgido de lxs participantes; aunque esa parte no quedó
registrada en el libro.
“El curso que
finalmente di sobre el éxtasis en el Colegio Argentino de Filosofía, que contó
con unos 15 alumnos, corrió serenamente…Objetivamente el saldo del viaje fue
bueno”, escribió Perlongher. Un año después, el 26 de noviembre de 1992, La
Néstor fallecía en Sao Paulo.
“Antropología del éxtasis”, Néstor Perlongher, editorial Urania.
Nota de Facu Soto
Ilustración: Daniel Perrotta