El Museo de Arte Popular José Hernández ubicado en el barrio porteño de la Balvanera, tienen numerosas artes de cuero crudo y está conformada por piezas que pertenecieron a Carlos G. Daws (1870 – 1947) un tradicionalista que reunió en su Museo Familiar Gauchesco ricas prendas de plata y oro que asombraban a los visitantes.
La lujosa colección de platería que parecian básicas que a los ojos de los entendidos valían tanto o más que aquellas y tenían su especial esplendor
Don Carlos valoraba muchísimo las piezas de cuero que llevaban ricos adornos de orfebrería o aquellas despojadas de todo lo ajeno a su propia materia y estaban exhibidas en su museo como la expresión más genuina del arte y la cultura del gaucho rioplatense del siglo XIX.
Los primeros artesanos del cuero crudo resolvieron con austeridad y sabiduría la carencia de las manufacturas en las áreas rurales recurriendo, como hacían los pueblos originarios, lo que sobraba en el campo servía para ser trabajado como Petacas, baúles, morrales, cunas, catres, alfombras, asientos, techos, puertas y un sinfín de objetos que fueron el resultado de un sin fin de actividades que con sello propio lograron todo tipo de resultados. Hasta las ruedas de las carretas fueron revestidas con cuero por falta de hierro.
También la mayor parte de los elementos que componen el apero criollo tenían sus piezas de cuero crudo: la carona, el cabestro, la cabezada, la encimera, la cincha, las riendas, el bozal, estribos y estriberas, maneas, guardamontes, etc. De cuero eran el lazo, los ramales y el retobo de las boleadoras, el rebenque etc.
Los atuendos de aquel gaucho incluía también el sombrero “panza de burro” que se hacía con el cuero del vientre del animal, botas de potro, ponchos, delantales para faenar y pantalones. Contaban también con una bolsa donde se llevaba el tabaco que se llamaba chuspa o guayaca, de la vejiga de vaca o del cogote del avestruz.
La máxima obra de la artesanía del cuero crudo era el tejido a Lezna, “surge para lucimiento del jinete y se realiza con tientos de potro tan finitos como hilos que se van entrelazando con un punzón largo que permite insertar o entrecruzar los tientos de yeguarizo”. Las cabezadas, arreadores, riendas, estriberas, bozales, pretales, cabestros, lazos, maneas, cabo de cuchillos, fustas, rebenques etc. de la colección del MAP pertenecen a esta tradición artesanal. Los cuartos de soga, o galpones de las viejas estancias, fueron la escuela donde desde su actividad cotidiana los campesinos trasmitieron a las generaciones siguientes los secretos de un arte original y genuino.