6 de abril, 2022
Por Facu Soto
Con la reedición de su primera novela (2004) por primera vez en la Argentina y nominado para el Premio Nacional de Artes Plásticas 2021 como artista visual, el multifacético Francisco Pancho Casas, una de las Yeguas del Apocalipsis, nos atiende desde Perú y nos da la primicia: se vendrá a vivir a la Argentina, cruzando una vez más la frontera y viviendo en una extranjería permanente. Exclusivo para Buenos Aires Inclusiva (www.buenosariesinclusiva.com.ar).
YO, YEGUA
“Yo,
yegua”, Francisco Pancho Casas lo empezó a escribir en Chile, leyéndole algunas
partes a Pedro Lemebel, a quién no le hizo ninguna gracia, lo continuó en el
DF, en México, y lo terminó en Las cruces, en la casa de Diamela Eltit, cuando Pancho se quería ir a vivir a
Costa Rica. “Era una casa pobre cerca de la playa. Después me pasé a
otra, a media cuadra de la casa de Nicanor Parra”, dice. Iba a salir por
Planeta pero finalmente vio la luz en el 2004 por Seix Barral. La segunda
edición fue en Pequeño Dios Editores, que tampoco tuvo buena circulación y
acaba de salir en Buenos Aires por Mansalva. “Es una novela neo-barroca hasta
el infinito. Sucia y a veces muy difícil de leer. A veces muy entretenida de
leer. A veces la gente se pierde…”, dice Pancho.
Es un libro que duró poco tiempo en
librerías…
Sí,
fue una cosa extraña… Al mundo intelectual no le hizo mucha gracia pero al
mundo político menos… Desapareció de las librerías.
En este libro hablás de todxs… como
La Truman Capote…
Hablo de ministros, el secretario de gobierno gay caricaturizado y de los grandes íconos como Claudio Arrau –el gran pianista chileno- una marica tapada que la habían visto en un aeropuerto con un obrero y fue un escándalo total; en fin, son cuentos que se van contando las locas de oreja a oreja… Jugué con el travestismo que jugábamos Pedro y yo. Y para humillarme, Pedro me decía que yo era La Dolores del Río y ella Doña María Ofelia, la mala, la que decía “Yo no tengo amigos, tengo amigos” y después Pedro dijo: “Yo no tengo amores, tengo amantes”. Hay un montón de frases de Pedro –que puedo develar ahora que murió Pedro- (que mala soy) que eran de María Ofelia, por ejemplo cuando ella pregunta por la pobreza y dice: “El dinero no hacer a la riqueza pero es mejor llorar en una Ferrari”. Las dos nos parecemos mucho a un cuento de Reinaldo Arenas…Eva” en “Viaje a la Habana”. Son dos locas terroríficas que se disputan los vestidos…Es la gran carcajada al mundo frívolo, a las apariencias, tal como lo entendía él, que era de la Revolución.
¿La planificaste?
Fue saliendo y funcionando, a modo de crónica, en la medida en que salían las
cosas… Me siento a escribir y escribir, pero corrijo mucho luego; puedo
demorarme un año. Creo que mi trabajo como escritora no está en la escritura en
sí, sino en la corrección de la propia escritura; si hay algo que hago bien es
la corrección de la escritura. Porque recién cuando estás corrigiendo estás
pensando. Mientras escribís estás en un limbo, en un torrente, en una operación
psicoanalítica contigo misma; por eso se suicidan las poetas. Con el
almacenamiento de lecturas que tienes en la cabeza, de citas cinematográficas o
situaciones te hacen armar cuerpo que finalmente termina en libro.
¿Y toda la inter-textualidad de
citas a libros y autores?
Las iba cambiando día a día, por odio a esas
personas (risas) y me volvía más mala todavía. Me acuerdo cuando lo leyó La
Pedro me hizo así con los ojitos… estábamos borrachas con tequila, pero después
nos empezamos a reír.
Ahora, a la distancia ¿le
cambiarías algo al libro?
A la novela no la he releído pero yo creo que está bien, es lo que salió. Habla de una generación increíble, que pensaban no iba a existir y ahí está Nelly Richard, la mejor crítica de arte en nuestra historia y tanta gente… Cuando yo escribí sobre esta gente nadie tenía ningún galardón y nadie pensaba que este grupo de gays y lesbianas iba a llegar a donde llegaron y a cambiar el sistema de pensamiento latinoamericano; muchos de ellos están vivos como Jaime Lepé, Juan Domingo Dávila…
EL EXTRANJERO
Nació
en una villa miseria en Chile, y vive en Perú como ilegal desde hace 8 años con
su pasaporte de turista. Me cuenta que de chica vivió en Río de Janeiro, yendo
detrás de un garoto. Siempre habitando los márgenes.
¿Por qué decís que Perú se puso
insoportable?
Se
ha declarado un fascismo con este presidente que yo no lo había visto nunca. Un
racismo, homofobia y tipos de clase social que colma los sentidos. Estar
inserto dentro de esta sociedad no me queda bien. Yo he estado corriéndome –o
enfrentándome- al fascismo toda mi vida. Una derecha psicópata que afecta la
vida cultural. Y no es una batalla que quiera dar. Los chilenos como los
argentinos hemos aprendido de las dictaduras y sabemos de qué se trata toda
esta mascare, tanto del pensamiento como de la carne. Frente a esto estoy
desconsolado porque amo la cultura andina, amazónica…
¿Y qué vas a hacer?
Buscaré
un gauchito y me iré a La Pampa… Y ver otras cosas…
Tu experiencia de siempre…
Sí,
sé lo que es vivir de migrante. Yo siempre voy a ser extranjero. En Chile voy a
ser extranjero, he vivido toda mi vida en la extranjería, cruzando la frontera…
Con Pedro Lemebel vivíamos en esa extranjería, en ese no-lugar, caíamos por el
ano de Alicia en el país de las maravillas, no por la madriguera, sino por el
ano…
¿Cómo pensás continuar con tu
extranjería en Buenos Aires, que veo a esta ciudad como muy afín a vos?
Más
que por una tradición plástica, por una escritural que me representa mucho con
ese Parque Lezama de Perlongher.
Pedro y vos conocieron a La Néstor…
Sí,
en Valparaíso y en “Lúmpenes peregrinaciones” está el ensayo dedicado a Las
Yeguas. Me acuerdo el impacto de haberlo visto, no tienes idea lo que era
escucharlo y verlo leer, con esas rimas… El tonito que ponía para recitar la
loca moribunda, porque estaba ya muy enfermo. Además, homofobia y crímenes de
odio hay en todas partes y todavía hay mucho para hacer en Argentina…
Estuviste postulado para recibir el
Premio Nacional de Artes Plásticas. No se lo dieron a Lemebel en vida y la
especulación rondaba: “No hay otro candidato posible que dárselo a Pancho Casas,
que está vivo’…
Como
decía Pedro Lemebel: ‘Las artistas que nacieron con una alita rota puedan
volar’ y eso me motivó. Lo que me sorprendió es el gran apoyo que tuve. Sabemos que era impensable que en un gobierno corrupto
de extrema derecha le diera un reconocimiento a esta yegua, y por ende a Las
Yeguas del Apocalipsis, a la memoria de Pedro Lemebel, a reparar la injusticia
social de la diferencia que enarbolamos desde la escritura y la performance
para visibilizar cuerpos desgarrados en la bandurrienta patria neoliberal, a
nuestra menoría chilena de artistas heridas y siempre en guerrilla marica desde
el arte.
LA OTRA YEGUA (Chismes “a La Puig)
Desde
que se inició con La Lemebel en “Las Yeguas del Apocalipsis” estuvo en los
márgenes, haciendo performance durante la dictadura, en desacato con sus
cuerpos, desafiando los límites. Sobre la otra yegua dice:
Pedro,
en Nueva York, le regaló una muñeca a Sylvia Molloy, porque la torta coleccionaba
muñecas… (risas). Pero también coleccionaba esas tonteras y tenía una que había
nacido deforme, desnuda, y se la llevó de regalo a La Sylvia, que se la quedó
mirando y dijo: ‘Soy yo’.
Se peleaban mucho…
Sí,
y pasábamos seis meses o un año sin hablarnos… De repente nos hacíamos las
tortas y las dos con nuestros cigarros volvíamos a ser las comadrejas de
siempre…
¿Lo extrañas?
No
es la ausencia. A veces me imagino que voy a ir a Santiago, le voy a tocar el
timbre y me va a contestar: ‘No está Lemebel’. ‘Abre la puerta maricón, que no
te voy a quemar la casa, soy Pancho Casas’. ‘Parece que llegó’ (dice con voz
ronca, imitando a Lemebel y riéndose). Por teléfono cambiaba la voz, ponía la
de la mamá… O me echaba de su casa y a los 20 minutos me decía: ‘Ay, cachita,
estaba de mal humor…Tengo un vinito…’. A la gente siempre le costó entender
esta relación.
Decías que eras buena correctora…
Sí,
los primeros libros de Lemebel no se publicaban si no pasaban por mis manos. Y
ella se desquito conmigo por este libro con “Tengo miedo, torero”. Si tú lo
lees atentamente el personaje ese soy yo. Acordate que cuando yo iba a la
universidad andaba con un canasto bordando con un tejido, ese soy yo, y Pedro
me conoció bordando… Entre todos esos machitos de izquierda yo me empecé a
vestir como Violeta Parra con unas faldas negras, largas, horrendas. Y en el
momento en que necesité de mi oficio de bordadora lo puse en práctica… Cuando
él en el libro se ríe de mis placas, era porque yo no tenía dientes –ahora me
los puse- y yo bailo flamenco… En la época del atentado yo vivía en Casco de
San José de Maipo. La Myriam Morales lo empezó a leer en Méjico. Me llamó y me dijo:
Me llevó horas porque eres tú el del libro. Quedamos a mano. Yo, a este libro
pensé en ponerle: “No tengo miedo, Pedro”.
“Yo, yegua”, Francisco Casas, Ed. Mansalva.
Facu Soto