Por Dr. Lucio Criado
Anualmente, desde mediados de otoño y hasta avanzada la primavera, hay un aumento de las infecciones respiratorias que padecen las personas de una comunidad y se da más en situaciones de poblaciones urbanas como las de la Ciudad de Buenos Aires. Entre ellas están los resfríos y cuadros catarrales comunes que habitualmente sólo causan molestias menores y tolerables. Pero la más difundida de las infecciones respiratorias durante la época invernal es la gripe.
Las infecciones respiratorias y la escuela
La gripe o influenza es una enfermedad viral aguda de las vías respiratorias, fácilmente transmisible, que suele presentarse en forma de brotes o epidemias que afectan anualmente entre el 10 y 20 % de la población. Se caracteriza por fiebre, dolor de cabeza, dolores musculares generalizados (mialgias), mucho decaimiento, catarro nasal, dolor de garganta y tos. Sólo en la mitad de los casos se presenta el cuadro clínico completo. A veces, los niños tienen también náuseas, vómitos y diarreas.
En general, aunque los síntomas pueden ser intensos, las personas sanas suelen recuperarse en el término de 3 a 7 días. Sin embargo las personas adultas mayores, los niños pequeños y las personas que padecen enfermedades respiratorias, cardíacas u otras, pueden tener complicaciones graves. De vez en cuando, un nuevo tipo de virus de influenza aparece y es capaz de afectar hasta el 50% de las personas de una comunidad, con un aumento también importante de las complicaciones.
Como se producen los contagios
Los virus que producen las infecciones respiratorias se transmiten de persona a persona por las secreciones nasales o la saliva, y fundamentalmente a través de las manos contaminadas. El período de contagio empieza antes de la aparición de los síntomas y puede durar 7 días o más, sobre todo en los niños. Debido a estas características, es fácil de comprender por qué las escuelas constituyen un lugar donde la transmisión de los virus se ve facilitada.
La normal interacción entre los alumnos en las clases facilita el contagio entre ellos y su propagación posterior a los hogares.
Pero a su vez la escuela constituye también un lugar clave para poner en práctica y difundir las medidas necesarias para disminuir el riesgo de contraer gripe y otras infecciones respiratorias.
Está comprobado que el lavado de manos frecuente con agua y jabón es la medida más efectiva para reducir la transmisibilidad de los virus respiratorios. Pero además, también es altamente efectiva para reducir los casos de infecciones gastrointestinales como las diarreas, hepatitis y otras, e infecciones de la piel.
El lavado de manos está fuertemente recomendado en las siguientes situaciones:
Antes de preparar o ingerir alimentos
Después de ir al baño
Después de toser o estornudar
Al llegar de regreso a casa desde la calle
Después de estar en contacto con animales o con objetos contaminados
Antes de atender a los niños pequeños
Después de cambiar pañales
El cuidado en las escuelas de la ciudad
Algunas de estas situaciones corresponden a los niños y niñas en situación escolar y el lavado debiera ser instituido y sostenido en todos los establecimientos. No es preciso ningún jabón antiséptico. Es recomendable el uso de jabón líquido para disminuir la contaminación y es fundamental la utilización de toallas descartables que puedan desecharse convenientemente.
La otra medida clave a instalar en las escuelas es la promoción de los modos correctos de cubrirse al toser y estornudar. Los virus pueden transmitirse a través de gotitas que quedan flotando en el aire al hacerlo. Para reducir el contagio, se debe cubrir nariz y boca, preferentemente con algún tipo de papel descartable (pañuelos, toallas, etc.) que luego se desechará en los lugares dispuestos para ello. Si no se dispone de papel es preferible utilizar el antebrazo en el pliegue del codo para cubrirse, y no las manos. Siempre es conveniente lavarse las manos con agua y jabón después.
Cualquier niño o adulto que contrae gripe u otra infección respiratoria debiera permanecer en reposo en domicilio para reponerse y no contagiar a los demás.
Las medidas de autocuidado y cuidado mutuo, así como el grado de preparación de una comunidad ante una situación de brote o epidemia contribuyen enormemente a reducir los riesgos y promover una sociedad más sana y solidaria.