noviembre 22, 2024
Cultura EDUCACION

Manuel Dorrego; Manuel, el pueblo

Por María José López Tavani

La historia tiene muchas voces. Desde siempre, ha sido habitada por el filo y la sangre. Y desde siempre, existieron los otros. Aquellos habitados por la utopía, por el Amor. Héroes anónimos y no tan anónimos. Esta es la breve historia de uno de ellos: Manuel Dorrego.

No trata de un final sino de un bucle temporal cuando la mayor valentía es, una y otra vez, ser uno mismo. Entonces, sigue y seguirá siendo Manuel. Por siempre. Sin embargo, las dimensiones son traicioneras y pueden perderse hechos, situaciones, vínculos y seres que jamás debiéramos no conocer ni olvidar.

Manuel abre se abre a la vida el 11 de junio de 1787, en Buenos Aires.

De estudiar en el Colegio San Carlos hasta arribar en las ciencias del Derecho en Chile; se comprometió con el Ejército del Norte y participó de la Revolución de 1810. Su arrojo y heridas en la batalla de Sipe-Sipe convocaron su nombramiento como Teniente Coronel.

Luego, Belgrano y las batallas de Salta y Tucumán. Se rumoreaba que la voz aguda de Belgrano era telón de chistes para Manuel, quien era considerado como un personaje magnético, de buen humor, pero algo descomedido. Hasta que el telón fue abierto y públicamente ciertas burlas hacia Belgrano. Quien no lo toleró, excluyéndolo de otras batallas. Perdiendo así, a un valiente guerrero.

San Martín y su nombramiento en el Ejercito del Norte no impidieron que Manuel se comporte con irreverencia hacia el líder. Más tarde, se enfrentaron a Artigas.

Ángela Baudrix lo eligió y fue elegida como su compañera, a pesar de la honda oposición de la familia de la joven; se hicieron uno en 1815. Isabel y Ángelita fueron semilla y cosecha de la unión. Sus hijas.

Las marcadas, las letales diferencias con el Director Pueyrredón lo obligaron al confinamiento que, luego de ciertas gestiones, lo trasladaron a los Estados Unidos, donde el federalismo.

Volvió a nuestro país: 1820 era un proceso caótico. Sin embargo, su entereza, lo convirtió -de manera un tanto sorpresiva- en gobernador interino. En dicha situación gran relevancia tenía el anarquismo, además del desorden. Pero, otra vez, el destierro. Pues Martín Rodríguez y Rivadavia ocuparon sillones y estrategias. Sin embargo, tiempo después, la tempestuosa gestión de ambos políticos cayó. Por lo tanto, un nuevo reconocimiento: Dorrego, el gobernador del Partido Federal.

Aún así, fortaleza en la lucha y fortaleza frente a Rivadavia, la aristocracia, los ganaderos, los diplomáticos ingleses y las intrigas propias de la burocracia de Rivadavia iban tomando forma, aquella que no acordaba la paz con Brasil. Pero sí otorgaba la libertad a la Banda Oriental.

Mientras, Manuel, de valores federales, sentía en su hondura el sufrimiento y la resistencia de los condenados, los gauchos, los hambrientos. Los “nadies” como dijera Eduardo Galeano. Dorrego era y es pueblo. A pesar de los soldados que se oponían a la paz con Brasil. Mientras, villanos poderosos ejercían sus estrategias para organizar el complot.

Soler, Alvear, Paz y Juan Galo de Lavalle en tempestuosos preparativos, para dar fin -aquel que nunca podrá darse- a Manuel Dorrego.

Probablemente, la tristeza, la resignación de finalmente, ser traicionado y destinado a la muerte. Lavalle lo esperaba en Navarro. Sí. Lavalle, el mismo cuyo monumento puede hallarse frente al Palacio de Tribunales. Y Manuel puede hallarse en anhelo, lucha, transparencia. Aunque pocos sepan o lo recuerden. Su asesinato contribuyó a una guerra civil entre el poder de Buenos Aires y las provincias, las relegadas.

“Traición” fue la injusta condena contemplada hacia él. Tenía 41 años. 13 de diciembre de 1828. Muchos los conspiradores, muchos lo homicidas y además, los cobardes. Sus últimas cartas fueron para su compañera, sus hijas y Estanislao López. La última misiva enunciaba que se perdone a sus asesinos y que su crimen no fuera motivo del desrame de más sangre. Mientras, Lavalle se conducía al fusilamiento de Dorrego, del pueblo. De aquellos periódicos que escribió para cuestionar y alentar el federalismo.  

No daré cuenta de los majestuosos funerales, a manos de Rosas. El polvo al polvo, la ceniza a la ceniza. Pero los ideales siempre eternos, al Fuego, aquel que se adhiere a una causa justa, elevada, para continuar creciendo. Causa justa que implica a los muchos condenados por los pocos. La necesidad de justicia humana. Por la que Manuel dio su vida. El pueblo entero lloró por él. El revolucionario, el militar, el patriota, el gobernador, el diputado y el periodista, el defensor de los humildes.

No trata de un final esta historia sino de un bucle temporal cuando la mayor valentía es, una y otra vez, ser uno mismo. Entonces, sigue y seguirá siendo Manuel. Por siempre. Gracias, luchador.           

“La memoria despierta para herir

a los pueblos dormidos

que no la dejan vivir

libre como el viento”

-León Gieco-

Fuentes: https://www.cultura.gob.ar/ https://www.elhistoriador.com.ar/

Manuel Dorrego, por Félix Luna / https://www.infobae.com/

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