En la conferencia de prensa del 20 de noviembre, el ministro de Salud de la ciudad de Buenos Aires, Fernán Quirós, dio a conocer el informe habitual sobre la situación sanitaria. Al mismo tiempo, ratificó la idea de comenzar el año lectivo 2021, el 17 de febrero. Con los protocolos estrictos y adecuados a la actividad.
Esta decisión, para llevarse a cabo en los términos propuestos, depende exclusivamente, del estado sanitario de la ciudad para esa fecha. Siempre relacionado con las cifras de la emergencia que se registren para entonces. Así lo expresa Fernán Quirós: «Siempre dijimos que queríamos revincular a los niños con el espacio escolar y sus compañeros porque el daño de no hacerlo es potencialmente irreparable. Esa es la decisión. Hace a la salud mental. El 17 de febrero vamos a iniciar las clases, ya lo comunicamos, condicionado a la situación epidemiológica de ese momento».
Es un tema muy sensible y debe ser tratado con mucha responsabilidad y decisión. En estos momentos hay dos opiniones divididas en el sentido de volver a las clases presenciales. No deberíamos dejar que se le imponga algún aditamento ideológico o partidario. La salud y la educación de nuestros niños, está muy por encima de intereses partidarios. A partir de allí podemos debatir, analizar y llegar a los consensos. Es muy difícil la definición de lo que es más conveniente. Equivocarse significa el riesgo de exponer a los chicos a la posibilidad del contagio, si concurren a clases o si no lo hacen, por otro lado, sería continuar con el alejamiento del contacto con el sistema educativo. Las consecuencias, tampoco son saludables.
Precisamente, este jueves 19 de noviembre, la Organización Mundial de la Salud (OMS, se expresó en ese sentido. Considera y recomienda sobre el hecho de tratar de mantener las escuelas en funcionamiento durante la pandemia. La posibilidad existe y está demostrado que profundizando los protocolos de cumplimiento obligatoria se puede minimizar los contagios. El que se pronunció en ese aspecto es Hans Kluge, director para Europa de la OMS, con estas palabras: «Debemos asegurar la enseñanza para nuestros hijos. Los confinamientos son una pérdida de recursos y que provocan muchos efectos secundarios, como daños a la salud mental o aumento de la violencia de género”.
Con estas declaraciones, interpreta que una de los perjuicios que puede causar es el daño a la salud mental. Que incluye, para los chicos, la pérdida de la socialización e interacción con sus pares. Además de provocar el deterioro de la enseñanza. Todo, en una etapa fundamental en la formación de los alumnos. Así está expuesto el dilema. El mismo que cada uno de los padres está tratando de racionalizar para determinar cuál es el camino adecuado. para no poner en peligro al bien más preciado de la raza humana. Los hijos. Por eso, uno y otro camino, significa beneficios y riesgos. Nada, todavía está totalmente asegurado. Es necesario profundizar los conceptos, sin reparar en esfuerzos.
Las conclusiones a las que se arriben deberán estar muy bien argumentadas y basadas en lo que ha sucedido en otros países. Tenemos esa posibilidad, la de analizar lo que va sucediendo, de manera anticipada, mirando cómo están viviendo la pandemia en fases más avanzadas a las nuestras. Solamente para tener en cuenta en el momento de decidir. Porque tampoco es definitivo pensar que todo se repite de la misma forma en países diferentes. Por la infinidad de razones que representan las diferentes características entre las regiones. Tanto en los recursos, como culturales, educativas y climáticas.
El ministro de Salud de la Ciudad, Fernán Quirós, lo interpreta de esta manera: «Las clases tendrán una dinámica de presencialidad y con cuidados de protocolo que requiera el momento epidemiológico que estamos viviendo en ese momento ya sea porque esté curva epidémica muy controlada o porque estemos en un potencial rebrote”. Es bastante lógica la posición, el estado de la emergencia deberá ser evaluado de cerca y constantemente para tener una clara y precisa definición. En él mientras tanto, no abusar de las liberaciones de las actividades que generan descomprimir los efectos nocivos del confinamiento, pero que aumentan las posibilidades de contactos y como consecuencia de la mayor circulación de personas, también multiplicar los contagios.
Volvemos a insistir. Se trata de aceptar que el virus está presente, la única manera de protegerse es aprender a convivir con él. Esto se hace extremando las precauciones. Todos los protocolos recomendados deben cumplirse inexorablemente. La esperanza de la vacuna es válida. Todos queremos que aparezca lo antes posible. Por más que se tiren fechas, todavía no están listas. Cuando llegue el momento, tampoco la inmunización será masiva para toda la población en plazos cortos. Todo tiene un periodo de desarrollo, aunque nuestras expectativas tengan la necesidad imperiosa que ocurra ya mismo. No depende de nuestra ansiedad. Sí de nuestra inteligencia, aprender a esperar, con paciencia, para que se resuelva de la mejor forma. Evitar los apresuramientos que no conducen a un final feliz.
También el jueves 19, apareció un informe de la UNICEF (Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia), donde pone el énfasis en las consecuencias que le producen a los niños el avance de la pandemia. el porcentaje de menores infectados es muy bajo en líneas generales, aunque en camino a aumentar, y los síntomas leves por la enfermedad en sí. Pero producen una serie de complicaciones a largo plazo para toda una generación. La educación, la salud mental, la nutrición, el stress, son algunos de los factores de incidencia. El citado informe, con el título de «Cómo evitar una generación perdida por la COVID», se condensa en la frase siguiente: «Las escuelas no son el principal impulsor de la transmisión comunitaria, y los niños tienen más probabilidades de contraer el virus fuera del entorno escolar».
En su contenido menciona que el beneficio de mantener abiertas las escuelas supera el riesgo que significa cerrarlas. Los chicos se pueden contagiar entre sí y por otras personas. También ser transmisores. Opina que los protocolos de seguridad, bien implementados, pueden generar cierta seguridad. También en el otro lado de la vereda se puede interpretar, por parte de los responsables inmediatos de los chicos, que son los padres, si mandan a sus hijos a la escuela lo exponen a contactos que no tendrían en sus casas. Todo es aceptable y también evaluable. Paso a paso, con tranquilidad. Este año se perdió. Iremos viendo cómo se va desarrollando la pandemia. Cuando llegue el momento de comenzar el año lectivo, seguramente se habrán acumulado conceptos que favorecerán una decisión razonable.
Por Francisco Grillo
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