La recuerdo como si hubiera sido ayer…Sobre todo por las ganas que tenía de volver a ver a mis compañeros, y la tremenda expectativa acerca del nuevo “Manual”y el “Libro de Lectura”…
Me interesaba ir a la Escuela porque quería aprender algo diferente cada día, y al mismo tiempo, algo en mi interior, me impulsaba a crecer, evolucionar. Sabía que eran pasos necesarios para que en un futuro pudiera elegir una carrera. Y aunque madrugar nunca formó parte de mi hábitos, lo hacía con gusto! A veces, hasta me despertaba por mí misma, por efecto de ese relojito propio que de alguna manera todos tenemos.
Todavía en ciertas mañanas invierno, el aroma a tostadas de pan blanco, invade dulcemente la cocina, nuestro punto de encuentro familiar, junto a la radio, siempre encendida en el dial correspondiente al programa periodístico favorito de Mamá.
De pronto la característica bocina de “Don Ortega” anunciaba que era hora de tomar los portafolios, y subir a la imponente nave naranja que nos conduciría a mi hermano y a mí a ese lugar especial, diría sagrado: el Colegio. Una impactante edificación de estilo, de dos amplias plantas, numerosos ventanales, y la presencia de la Señora Portera, como Otilia o Chela, que con su sonrisa nos recibía en la puerta de ingreso, Escuela Pública Número 10, Pablo A. Pizzurno, de la calle Sargento Gómez…allí muy cerca de la Librería Santa Teresita del Sr.Biaggi.
¿Y mis “Señoritas”?…un capítulo aparte. En ellas confluían el amor por la docencia, la dedicación y esa puntualidad…Que cuando atravesé la seguidilla de eruptivas, el regreso, me generaba algo especial…hasta cierta inquietud…
Para ellas, ¡sólo agradecimiento! Con sus diferentes estilos cada una aportó lo suyo, junto con mis Padres, por supuesto, como para que sea el ser humano que soy. Pero como en toda historia, siempre existe alguien que llega más profundo al corazón y a la memoria, se trata de la Señorita Lilia Edith Herrera, mi maestra de tercer grado: una experiencia increíble…
Como una gran alquimista de la educación, ella siempre supo cómo combinar las áreas exactas precisas, entre otras materias de la currícula con el arte, la literatura, la creatividad, los juegos, actividades deportivas…
Gracias a su estilo pude mejorar en matemática, en casa no lo podían creer!…Pero una mañana…mi mundo escolar se estremeció, así de golpe: la Señorita Herrera se iba a vivir a Necochea…
Una estocada profunda para mi sueño escolar. El mundo que ella me había ayudado a construir se había evaporado junto a esas pompas con las que tanto nos gustaba jugar en el jardín del fondo de la querida vivienda familiar.
Le solicité la dirección para escribirle, así lo hice, mientras tanto esperaba ansiosa sus cartas. Hasta que un mediodía el cartero trajo algo asombroso para mí en ese momento: una tarjeta tridimensional con los personajes fundamentales de la novela “Heidi” de Juana Spyri, que leíamos en clase y luego elaborábamos interesantes trabajos prácticos individuales y en equipo.
La conservo como un trofeo…Cada vez que reviso mis “tesoros” y la veo, no dejo de emocionarme.
Le debo mucho en cuanto a mi formación, me encantaría poder decírselo, saludarla…Ojalá le llegue este artículo que generosamente me propuso redactar el Director Editorial de NC, Mario Bruno.
Docentes con vocación como la Sra. Lilia Edith Herrera son ejemplos a la hora de referirnos al tema escolar sobre todo cuando el Ciclo Lectivo 2019 se ve nuevamente amenazado desde el inicio mismo por el conflicto eterno, donde los únicos perjudicados son los chicos.
Dicho sea de paso que ni ellos, ni sus respectivas familias, nacieron para ser rehenes de nadie.
El derecho a estudiar forma parte de nuestra Constitución Nacional, pero una vez más la Carta Magna Argentina se ve violentada por el “acting” de algunos manipuladores de la realidad y del relato que sólo saben exigir, descalificar, sin brindar nada a cambio. Todo dentro de un año de inocultable sesgo electoral.
Lo grave, alarmante y peligroso a esta altura es, que así como se van desarrollando los acontecimientos, pareciera que no les importa en lo más mínimo la educación de nuestros hijos, ni la proyección de la querida Escuela Pública.
Nancy Castellanos
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