4 de octubre, 2021
En la semana del Orgullo LGBT, www.buenosairesincluisva.com.ar te acerca el pensamiento de unos de los pioneros y más importantes activistas LGBT, que fundó el FLH (Frente de Liberación Homosexual).
La muerte
de la homosexualidad, según Perlongher
Construir una fortaleza homosexual que resista a la dictadura homosexual, era otro de sus
objetivos, sin asumirse como hetero u homo (código bianario) que posibilita una
u otra identificación; anticipando el concepto que la homosexualidad como
contracara al de la heterosexualidad como una ficción.
A Perlongher no le interesa ampliar los conceptos
y que la homosexualidad pase a ser “normal”. No le interesa la normalidad. Por
el contrario prefiere la no aceptación antes que la fagocitación de un sistema
de vida clandestino al sistema hegemónico, dominante y patriarcal. Es decir, Perlongher
era queer aun cuando las Teorías Queer no se habían escrito. “Los straighs así
(al marcarnos como diferentes, a ellos, pueden tranquilizarse y sacarse la
homosexualidad de encima”, decía el líder del FLH. Su propuesta y la del FLF
era: “No normalizar a la homosexualidad”.
Perlongher llega a estos pensamientos con su modo
de vida, su forma de observar la cultura disidente de la época y leyendo a
Guattari quién dice que la homo y heterosexualidad
no son identidades, sino devenires; es decir cosas que nos pasan. Esta idea
libera porque se despega de los conceptos genéticos o deterministas
construccionistas.
El lema de Perlongher era: “No buscamos liberar al homosexual. Liberar a la homosexualidad, o mejor dicho, a la sexualidad de todas las personas. Buscamos que no haya homosexuales y heterosexuales; sino que todas las personas puedan vivir libremente su sexualidad sin que a nadie le importe. No buscamos que hayan parejas del mismo sexo o de distinto sexo; sino que haya parejas, o triejas, o lo que sea; que haya sexualidad”.
Por eso Perlongher era queer, porque no exigía conquistar los
mismos patrones que los que hacían reinar la heterosexualidad. Proponía, en las
reuniones y grupos de estudio del FLH, que pensar a la homosexual en relación
con la heterosexualdiad y aspirar a tener los mismos derechos que ella, era una
forma de sostenerla (a la heterosexualidad) y dejar que siguiera en el
estandarte de lo hegemónico.
Un hombre casado con una mujer teniendo una
relación homosexual, era un problema. Un hombre casado con una mujer y con una
relación sexual con otra mujer, también era un problema. Esto es lo que
Perlongher denunciaba con el concepto de “las no- identidades”. Que la
sexualidad sea libre, consecuencia del deseo, y no de las normas; proponía
Perlongher.
“Los homosexuales eran considerados sujetos de punición”, y este era uno de los principales temas por los que luchaba el FLH. En esa época estaban vigentes los edictos policiales que decían: “Los que se exhiben en comercios, plazas o lugares de esparcimiento público con vestimentas indecorosas serán reprimidos con multa o arresto”, (Reglamento policial de contravenciones Inciso 2º H). “Los que se exhibieran en la vía pública o lugares públicos vestidos o disfrazados con ropas del sexo contrario”. (2º G). Por medio de estos edictos la policía podía llevarse a las personas que consideraban sospechosas “por averiguación de antecedentes” o por “Escándalo en la vía pública” y dejarlas detenidas hasta 48 horas.
El Pabellón para homosexuales funcionaba en la
cárcel de Villa Devoto. Para los menores de edad que no habían salido del
closet (coming out), es decir que no se habían dado a conocer como homosexuales
y vivían su sexualidad con culpa, con miedo y tapados, caer preso era salir del
closet a la fuerza y ser desterrados por sus familias. Quedaban expuestos ante
la mirada inquisitoria de la sociedad que los consideraba degenerados (sumándole
el vergonzoso hecho de haber sido detenidos en la calle o en un baño público).
Cuba había prohibido que los docentes homosexuales
tomaran contacto con la juventud, como si la elección sexual fuese una enfermedad
contagiosa que se transmitía por la simple interacción de maestro-alumno. “Un
maestro no puede ser homosexual”, decía el gobierno de Fidel Castro.
Ese año, 1972, la fotógrafa Sara Torres convoca a
una reunión para hablar y debatir sobre la Liberación sexual en un aviso que
publica en la Revista 2001.
El encuentro se produce de noche, en una
confitería del centro. Ahí, en esa reunión conoce a Néstor Perlongher. Se harán
amigos hasta los últimos días de la vida de Perlongher.
En la siguiente reunión, en la casa de Sara
Torres, 1972, buscan un nombre para denominarse. Se llaman Grupo de Política
Sexual. Sara Torres, quién ya se encontraba estudiando al feminismo (su
biblioteca está llena de libros de feminismo) dice: “Acá, en estos libros, está
el eje de mi vida, todo lo que estaba buscando”.
Para el día de la primavera, en la casa de Sara
Torres, también de noche, con velas y escuchando Vida de Sui Géneris, arman con cartulinas dibujos de flores y
frutas y escriben la principal consigna del FLH: MACHISMO= FASCISMO.
“No hay que liberar al homosexual, hay que liberar
a la homosexualidad” es la frase que Perlongher dice, y sus compañeros repiten
ubicándolo en el lugar de líder. Esta es una de las ideas perlongheneanas más
revolucionarias que llevó adelante el FHL y que lo distingue de otros
activistas y estudiosos del tema.
Cuando reparten las frutas y flores en cartulinas,
Perlongher le dice a las personas que agarran el suvenir: “Amar y vivir libremente
en un país liberado”.
Perlongher no solo era revolucionario sino también
una persona provocativa; por eso se tenía pocos aliados en la agrupación. Con
un poema de Lezama Lima en la cabeza: “Deseoso es aquel que huye de su madre” a
los hombres que se acercaban al FLH les decía:
– ¿Sabías que tu mamá es una hija de puta?
El muchacho decía que iba al baño, se iba y no
volvía.
Cuando los compañeros le recriminaban su actitud,
él les explicaba:
-La institución familiar debe ser destruida,
porque le sirve al Estado y al Capitalismo; están a sus órdenes.
Uno de los objetivos del FLH era desarticular el
concepto ideológico de homosexualidad como perversión. Desafiando el orden de
la naturaleza. Desmantelando, deconstruyendo los conceptos llegaban a la conclusión
que todo, con parte de material natural era producto de una construcción social
(las leyes, los conceptos de salud y enfermedad, el de abyecto y obsceno,
etc.).
El FLH estaba conformado por diferentes subgrupos de
reflexión, acción y lectura. El grupo de estudio se llamaba NUESTRO MUNDO y lo
coordinaba su fundador: Héctor Anabitarte, un ex militante del partido
comunista. Otro grupo, el EROS, era un colectivo de estudiantes universitarios
revolucionarios y anarquistas donde Perlongher, con 22 años, lideraba el grupo.
SAFO era el grupo de feministas-lesbianas. EMANUEL el grupo cristiano
tercermundista. También estaba el de CATÓLICOS HOMOSEXUALES ARGENTINOS, entre
otros. El eslogan del grupo Eros era:
“No hay que liberar al homosexual, sino
liberar lo homosexual, dejarlo fluir en el interior mismo del heterosexual”.
Y otro, no me de menor importancia: “La revolución sexual sería incompleta en
la medida en que los varones heterosexuales no sociabilicen su culo”.
Tenían un fuerte rechazo a la cultura patriarcal: dominación
masculina, blanca y capitalista. Llamaban a una toma de conciencia. Se trataba
de una agrupación política donde el sexo, por primera vez estaba en el centro
de la acción (política). Erotizar la política y politizar el cuerpo (que iba a
las marchas y a las reuniones no sin provocar con su forma disidente de andar,
vestir y moverse). Contaban con cierta conexión, a pesar de no disponer de
Internet, a través de cartas, con los activistas que encararon La Revuelta de
Stonewall (1969, NY.) y con el Gay Power. Las redes y conexiones entre
activistas de distintos países estaba armada. La Argentina participó de un
congreso en París con un documento que leyó otro activista en representación
del FLH.
El FLH tuvo una mala experiencia con el peronismo
y pasó a formar parte del FAS (Frente Antiimperialista y Socialista), pero
tampoco les fue bien.
En esa época, la política era el eje de las
identidades; era lo que les daba consistencia y creencia de que existían, donde
la monogamia y la heterosexualidad regulaban la vida privada de las personas.
Ser obrero implicaba una actitud ética y política; asociándolo con persona de
bien. El miedo se había instalado y todos los días había un muerto.
Muchas de las reuniones del FLH se hacían en la
casa del escritor David Viñas y Adelaida, su esposa, donde se hacían fiestas
con amigos montoneros y la casa escondía armas por todos lados.
En una de las últimas ediciones de Somos ya
se había declarado el Estado de sitio. FLH
escribió: “Ser homosexual es ser subversivo, en tanto está en contra de todo
tipo de opresión”. Nunca se
reunía en los mismos lugares porque estaban en la clandestinidad. Sara
Torres dice que, hablaban por teléfono de las Flores del Mal para indicar que
se reunían en Flores, pero nunca se sabía, hasta último momento, a dónde se
iban a ver.
Durante la dictadura de Onganía, 1973, hubo un
llamado a elecciones presidenciales. El
elegido por los votos fue Héctor Cámpora. Ese mismo año, vuelve Perón, luego de
18 años de exilio, y se organiza una manifestación para recibirlo en Plaza de
Mayo. Perlongher, líder del FLH, propone que hay que ir a recibirlo. Perlongher
no era peronistas pero las cosas más interesantes pasaban por la izquierda de
ese partido. En ese momento, los integrantes eran aproximadamente 30. El clima
que florecía olía a miedo y sangre.
“Para que reine el pueblo, el amor y la igualdad”
fue una consigna política extraída de la Marcha peronista, aunque Perlongher
era de ideología trotskista, que escribieron en la bandera que estaban confeccionando
para su primera aparición pública en la vuelta de Perón. Esa bandera provocó el
interés en algunos medios de comunicación y desencadenó en una nota de tapa de
la Revista Así, donde hablaban dos miembros del FHL y Perlongher; pero ninguno
daba su apellido por miedo a perder el trabajo o ser detenido y golpeado
brutalmente. El FLH funcionaba en la clandestinidad.
Cuando llegaron a la plaza se metieron en una
columna de la JP (Juventud Peronista), quienes al verlos bajo esa bandera, que
explicitaba el nombre de la agrupación, intentaron apartarse del FLH,
dejándolos solos. Los montoneros no querían saber nada con estas “mariquitas
consientes”, decía un ex integrante del FLH, muchos años más tarde. Hubo incidentes. Corridas. Volaban balas (se
oían los silbidos). Repartían volantes que decían: “Vivir el amor libremente”,
“En un país liberado”.
La FAR y Montoneros desalojaron a lxs locxs en un
rincón de la movilización cantando: “No somos putos, no somos faloperos, somos
soldados de FAR y Montoneros”, para diferenciarse de ellxs; no vaya a ser cosa
que crean que ellxs también son putxs.
Un tiempo
atrás, el coronel Osinde hablaba de una alianza entre izquierdistas,
homosexuales y drogadictos.
Los psicólogos servían al poder de turno para
reconvertir, re socializar y normalizar a la persona “perturbada” adaptándola
al sistema productivo-capitalista en nombre de “para que no sufra, porque ser
homosexual es estar solo y ser infeliz toda la vida”; eso se decía con
frecuencia en esa época. Otro imaginario social que también se repetía era:
“Las apariencias importan. No solo hay que ser, sino parecer hombre. Y si no lo
sos por lo menos que los demás no se enteren”, solían decir los padres “más
abiertos” a su hijos.
Se hablaba de sexualidades normales y desviadas. El FLH era un grupo revolucionario anticapitalista, antiimperialista y antiautoritario. Reivindicaba a la homosexualidad y a los homosexuales para que dejen de ser perseguidos en un contexto de doble moral, donde muchos de los homofóbicos eran también los que pedían “favores sexuales” a cambio de ser cómplices en el silencio.
Por Facu Soto, editor de Buenos Aires Inclusiva.