Por Ricardo Guaglianone
Las dos fuerzas mayoritarias, Juntos por el Cambio y Frente de Todos, a la elección de diputados, senadores y legisladores de noviembre la definen como muy importante, aunque con total honestidad es necesario decir que hay temas esenciales que, gane quien gane, nunca votaran para beneficio de la población y del medio ambiente.
Entre esos temas se encuentran los siguientes: 1) la postergada por años, ley de humedales, 2) la prohibición de la minería a cielo abierto por el cianuro que envenena los ríos, 3) la prohibición del glifosato que envenena las frutas y verduras e impulsar el desarrollo de una agricultura orgánica, 4) no permitir el trigo transgénico (aprobado por el gobierno nacional) 5) revisar la política de aprobación de los cultivos de laboratorios (transgénicos), 6) desarrollar políticas fuertemente protectoras de bosques nativos y glaciares 7) fijar por ley, el margen de ganancias de las compañías monopólicas sobre alimentos y servicios.
A pesar de que en estos temas centrales los dos bloques mayoritarios actúan igual, se disputan espacios de poder para desarrollar modelos contrapuestos y antagónicos en muchas otras cuestiones.
Los dos modelos
Es bastante difícil encontrar en la historia humana periodos de los pueblos que no hayan sufrido contiendas guerreras devastadoras por diferentes visiones del mundo o de intereses encontrados que se resolvieron dramáticamente.
Desde tiempos remotos existen dos visiones políticas contrapuestas, una más integradora, solidaria, donde hablar de comunidad es incluirse con naturalidad en un todo, mientras que la otra sostiene que cada ser humano sufre o goza su destino en base a su superación individual y que vivir en sociedad es solo un intercambio de mercaderías y servicios, donde no hay compromiso sobre el destino de los otros semejantes.
Estas visiones fueron enmarcadas en teorías que alimentan largas luchas por el poder, donde el rol del estado es el centro de la controversia.
Estas posiciones teóricas, que produjeron incluso, batallas de exterminio a sangre y fuego, están marcados en dos grandes corrientes de pensamiento: el Estado Benefactor y el Liberalismo Económico, con un agregado teórico que justifica el destino colectivo llamado darwinismo social.
Desde tiempos inmemoriales, creencias y filosofías diversas adoptaron cursos de acción para la organización y el gobierno de las comunidades. Acercamos a nuestros lectores, una visión de ese proceso histórico y a la vez actual de las dos visiones en pugna.
Partimos de Aristóteles, (384 a. C.) quien definía al hombre como un ser social y político: “El hombre es un animal social que no puede de por sí bastarse a sí mismo, deberá estar con el todo político” y recordamos a Thomas Hobbes, (1651 d C) cuando en su libro Leviatán sostenía que “es indispensable un contrato social priorizando el bien común por sobre las particularidades”. Dos siglos después llegó Darwin, con su Teoría de la Evolución, que de la mirada biológica derivó a teorías sociológicas de plena y cruel vigencia: darwinismo social.
Liberalismo vs Estado de Bienestar
Básicamente el Estado de Bienestar propone intervenir en la economía para regular la distribución del ingreso, impulsar sistemas de seguridad social, crear marcos de regulación de la oferta y la demanda de productos y servicios para que sean accesibles para toda la población.
La intervención del estado intenta disminuir la brecha entre los ingresos de las élites más poderosas y las masas populares, usando los recursos públicos para buscar la mayor igualdad posible en una comunidad organizada.
Los puntos básicos del estado de bienestar son:
a) Asegurar las garantías y los derechos establecidos en la Constitución: participación estatal en la gestión de servicios de salud pública, educación, vivienda y asegurar el acceso a bienes de consumo básico.
b) Desarrollo de apoyos fiscales y financieros a la producción, precios y tarifas públicas reducidas para mejorar la rentabilidad del capital, creación de infraestructura industrial y urbana para dar empleo a toda la población.
c) Asegurar que los bienes y servicios lleguen a toda la comunidad, favoreciendo la industria nacional.
d) El Estado es el gran estabilizador de relaciones sociales y mejoras en la calidad de vida de toda la poblacion.
La otra mirada
El liberalismo económico, en contraposición al estado benefactor, dice que nadie debe intervenir para regular nada: la libertad política y económica de los ciudadanos estimula la creatividad, el progreso técnico y el desarrollo.
Los precios de los bienes y servicios los fija el mercado sin la intervención estatal y conseguir empleo e ingresos queda supeditado a los mecanismos de oferta y demanda.
La propuesta neoliberal es que el estado sea mínimo, sin empresas públicas, ni prestación gratuita de servicios sociales ni planificación de la economía. La propiedad privada es inalienable y el libre mercado, mediante la oferta y la demanda organiza la economía y la vida social. Lo trascendente es el “individuo”, “el mercado” y la “libre iniciativa”.
El liberalismo económico tiene un hermano de sangre: es la teoría de la evolución orgánica del mundo animal de Darwin, que aplicada al ordenamiento social se conoce como darwinismo social, cuyo exponente más contundente fue el filósofo inglés Herbert Spencer (1820-1903):
“el progreso es consecuencia de la lucha por la supervivencia, donde el fuerte sobrevive, el débil sucumbe y el estado no tiene que intervenir para no interrumpir ese proceso natural”.
El enfrentamiento en las elecciones de noviembre es entre estas dos filosofías: el darwinismo social hermanado con el neoliberalismo contra las ideas de un estado de bienestar.
La teoría del darwinismo social sostiene que existen seres más evolucionados que deben dirigir, que son los más ricos de la sociedad y justifica el orden del capitalismo primitivo: el estado en lugar de fomentar la distribución de la riqueza, solo debe promover las oportunidades: si hay libertad de comercio absoluta, algunos aprovecharán las oportunidades y otros las desaprovecharán. Es un sistema natural donde hay ganadores y perdedores producto de la evolución de cada uno y de su fortaleza para sobrevivir.
Esta lucha ideológica, a la que le llaman “grieta” está vigente en la vida social y económica en el país: o es el “Estado benefactor” o es la “libertad de comercio sin límites” donde el “orden natural” lo provoca la competencia.
La “supervivencia de los más aptos” de Spencer fue utilizada por magnates como Rockefeller y otros, para justificar la sobre explotación de la población “inferior” y la eliminación de los competidores, solo para ser inmensamente más ricos.
También fue la base filosófica de la consigna “Civilización o Barbarie”, a través de la que se masacraron pueblos enteros, “para que llegue el progreso” a cada rincón del planeta donde los poderosos buscaron incrementar sus ambiciones de poder y dinero.
Estas dos filosofías y sus sistemas de valores se enfrentan en noviembre, pero gane quien gane, no impulsaran esas leyes fundamentales que enumeramos al principio del texto.