Coronavirus
La pandemia ha llegado al planeta hace alrededor de 200 días desde sus primeros casos. Se fue desarrollando de manera diferente en las distintas regiones. Comenzó en China y se fue propagando a los países vecinos.
Por la circulación globalizada de estos tiempos, se extendió a países europeos qué mantienen un intercambio comercial intenso con China y con otros asiáticos. Así se genera un aluvión de viajes de ida y vuelta. Este es el mundo de estos días y eso, que es una manera inteligente de generar avances económicos, sociales y tecnológicos en la vida de los hombres y las naciones, produce un flujo donde todo se comparte. La cultura, las costumbres, el crecimiento, la educación. También los virus. Hubo diferentes etapas. Los que sufrieron los primeros embates de la infección fueron los chinos y la parte de Asia que los rodea, después los europeos y el Norte de América. En esos lugares ya se fue achatando la curva de crecimiento, se alcanzó la meseta, la estabilidad y están en pleno descenso. En algunos casos hubo rebrotes. Con lo cual, la señal es que nunca está vencido. No se puede bajar la guardia ni relajarse. Por estos lares, tuvimos la suerte de que llegara, a nuestros lejanos confines, alrededor de mediados de marzo. Eso fue una oportunidad para poder observar lo que estaba sucediendo en el resto del mundo y prepararnos con mejores posibilidades. Los resultados obtenidos por unos y otros, nosotros y ellos, lo sabremos cuando la película termine. Todavía no está dicha la última palabra. En nuestro caso se optó por el aislamiento y distanciamiento social preventivo y obligatorio. Lo cual se mantuvo por casi 100 días en interminables cuarentenas y continuará, no se sabe hasta cuándo. Todo depende de cómo continué el ritmo de propagación. No es posible anticipar nada. Lo concreto es que, el AMBA, Neuquén, Formosa y el Chaco son las regiones más comprometidas y que marcan las estadísticas más preocupantes. El resto de la Argentina, en general se ha estabilizado y ya está viendo el pico por el espejo retrovisor. Se están alejando. Que es el primer objetivo a lograr. En la ciudad y provincia de Buenos Aires se registran los datos de contagio más elevado. En este caso de enfermedad que, con un contagio tan rápido y peligroso, nunca se puede estar aliviados de la preocupación. El problema es que se dispare la velocidad de circulación y la existencia de atención en terapia intensiva sobrepase las capacidades en estos dos distritos. Como el crecimiento se transforma en exponencial, hablamos de cantidad de tiempo de duplicación de los casos y el porcentaje de letalidad. Las últimas cifras estadísticas nos muestran que desde el 5 al 17 de junio se duplicó, en 13 días, de 10 a 20 mil infectados. Después, tardó 15 días en pasar de 20 a 40 mil. Lo cual cuál marca una leve disminución de 2 de puntos. Cuando decimos que se duplica de manera exponencial, intentamos llamar la atención en que la próxima duplicación sería de 40 a 80 mil. Números que son preocupantes y para tener en cuenta. Por eso es la razón de que algo hay que hacer. Es necesario frenar el avance para dar tiempo a que se desocupen algunas camas de terapia intensiva para que las plazas disponibles sean suficientes para no colapsar el sistema. A pesar de todos los inconvenientes que generan las restricciones. De comprender como afecta a muchas personas que se les cae el trabajo de toda su vida. Es el momento crítico donde se debe actuar con mucha inteligencia e información. Mientras no aparezca la vacuna, no hay otra forma de contener la enfermedad. Un motivo por el cual se aceleró la curva, en los últimos días, es la multiplicación de los testeos. Esa es la manera de detectar los casos y contener su propagación. Los distintos países optaron por la cumplimentación de distintos métodos, rondando siempre por las mismas herramientas. Algunos usando todas y otros no. Las armas para combatir al coronavirus son: testeo, rastreo y aislamiento general y/o de contactos, distanciamiento social. Todo depende de la intensidad que se utilizó cada uno de estos recursos. Nosotros basamos la estrategia principalmente en las cuarentenas y esa quizás es la razón por la cual llegamos a este punto con menos fallecimientos que otros países, o no. Es difícil saberlo a ciencia cierta. Creemos que nos faltó de entrada, cuando empezó la cuarentena, aislar a los viajeros que ingresaban al país de lugares donde se estaba viviendo la pandemia. El otro tema, la cantidad de testeos adecuadas. Nos habrán faltado recursos o previsiones precoces, cuando todavía no había llegado hasta aquí y algunos pensaban y decían que no llegaría. Por supuesto, vemos que si se disparan los contagios podrían colapsar la cantidad de camas de terapia intensiva. Ese es el punto más peligroso. Habiendo dispuesto de tiempo para equiparnos, conseguido en base a una estrategia de retraso de los contagios con ese propósito, deberíamos haber previsto aumentar en mayor proporción la capacidad de esas camas. Es fácil hablar y analizar desde afuera. Seguramente, no era sencillo. Por el costo, la disponibilidad, la falta de recursos y de tiempo para preparar el personal adecuado para mejorar la capacidad de atención. Por todas estas razones, es tan difícil tomar la decisión sobre las resoluciones a tomar. Pero no todo está tan mal. Tenemos la ventaja que, a pesar de la cantidad de casos, el porcentaje de letalidad está bajando. La duplicación de contagios va sumando días. Son buenas noticias. Pero no podemos relajarnos. Siempre falta un poco más. La meta está, allá a lo lejos. Parecemos como si transitáramos por el desierto con poca agua de reserva y la ansiedad nos hace ver espejismos de lejanos oasis a los que nunca logramos llegar. Necesitamos paciencia y seguir cuidándonos por nuestra familia, por los otros y por nosotros. Esperamos que se anuncien las resoluciones. Que éstas sean las más inteligentes y que podamos alcanzar, alguna vez, la meta tan deseada y necesaria. Por infinidad de razones.
Por Francisco Grillo
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