La presión por pertenecer, la identificación con los pares, el bullying. ¿Qué factores juegan en les jóvenes a la hora de ingerir alcohol? ¿Es posible evitar las consecuencias? Que cambios trajo la cuarentena en los nuevos régimen de conducta.
El accidente automovilístico que se cobró la vida de dos jóvenes que viajaban en el auto de un tercero alcoholizado a la altura de Tigre volvió a poner en escena la problemática sobre el consumo de sustancias y los accidentes de tránsito en jóvenes y adolescentes.
Los accidentes de tránsito son la segunda causa de fallecimientos de jóvenes en Argentina, con un promedio de cuatro muertes diarias, superado solamente por los suicidios.
Cuando escarbamos más allá de las cifras, mirándolas a contraluz, podemos ver la relación directa que se establece entre la morbilidad vial y el consumo de sustancias psicoactivas: según el reciente informe «Jóvenes, consumo de sustancias y mortalidad por accidentes de tránsito» del Observatorio de Adicciones y Consumos Problemáticos de la Defensoría del Pueblo de la Provincia de Buenos Aires, 3 de cada 10 conductores de entre 15 y 34 años atendidos en guardias de hospitales bonaerenses dijo haber consumido alguna sustancia en las horas previas al accidente. En el 25,1% de los casos se trató de alcohol, seguido por 3,6% de marihuana y 2% de cocaína.
La ingesta de alcohol en jóvenes y adolescentes es un fenómeno que en las últimas décadas se ha naturalizado en nuestro país y en el mundo. Mientras que la OMS asegura que más de una cuarta parte (27%) de les jóvenes de 15-19 años son bebedores, la 4° Encuesta Nacional de Factores de Riesgo de 2018 relevó que el consumo de alcohol episódico excesivo (5 tragos o más en una misma oportunidad en el último mes), tuvo un aumento relativo del 28% entre 2013 y 2018, siendo este indicador 5 veces mayor en jóvenes respecto de los adultos mayores. “La industria de la publicidad trató de generar la asociación del alcohol a los estímulos, lo divertido, el placer. De hecho, una de las campañas con la que se popularizó la cerveza en Argentina tenía como eslogan ‘El sabor del encuentro’. De allí en adelante, todas las empresas asociaron la idea de que si no consumís no pertenecés”, explicó Walter Martello, Defensor del Pueblo de la Provincia de Buenos Aires, quien asegura que, más allá de que el acceso a vehículos es propio de clases medias y altas, el alcohol atraviesa todos los estratos sociales y géneros.
“Lo importante en primer lugar es decir que el alcohol es una droga, algo que parece obvio pero no lo es. En nuestra cultura tenemos drogas aceptadas y otras que no y eso tiene que ver con la connotación religiosa y la moralización del placer, que está muy ligada a la política prohibicionista.
Actualmente el alcohol está naturalizado, aggiornado por la sociedad, por eso cuando se habla del flagelo de la droga se hace referencia a las drogas ilegales. Sin embargo, el alcohol es la sustancia más presente en jóvenes y adolescentes y el consumo más común en Argentina”, asegura Ariel Parajón, coordinador del Colectivo de Reflexión sobre los Consumos. “El humano consume sustancias desde hace siglos en todas las etapas de su vida con diferentes fines. Vivimos en una sociedad compleja y usamos las sustancias para muchas cosas, incluso para descansar, relajarnos, divertirnos y no solo sustancias ilegales porque está por ejemplo el café, los antibióticos, el tabaco. El problema en verdad no es la sustancia, sino la manera en la que se consume. De hecho hay personas que no son adictas al componente químico que ingieren, sino al ritual en sí, al significado que tiene”, continúa.
En el libro “ATR” -dirigido por Fernando «Chino» Navarro y editado por Marea Editorial-, Pablo Vommaro, Doctor en Ciencias Sociales y especialista en adolescencia y juventud, analiza el consumo en estas edades a través de la presión que genera forjar la identidad y el miedo a ser excluido por los pares.
En ese sentido, el investigador aporta: «Muchas dimensiones de la juventud están signadas, moduladas por los consumos. El tiempo libre está visto en clave de consumo, la sexualidad inclusive está vista en clave de consumo; las redes sociales están vistas en clave de consumo, de apropiación mercantil, de dar un valor para recibir otro. Un pibe de veinte años sale un sábado a la noche y todas las ofertas para que se divierta involucran consumir. No hay mediación que no sea mercantil o es muy difícil encontrarla”. “El consumo te da pertenencia a un ámbito de sociabilidad, genera un status y también te da sustracción: un espacio de fuga, escapar de los problemas cotidianos, ser otro por un rato y tener otras experiencias personales que no son agobiantes como la vida cotidiana”.
“Que un menor consuma una sustancia, cualquiera sea, es un riesgo porque su sistema nervioso aún no está formado y no debería suceder. Es por eso que decimos que el Estado debería darse una política que vaya más allá de la prohibición y se centre en la idea de qué pasa en una sociedad que necesita del alcohol para estar en grupo, esa idea de que te desinhibe, de que te hace divertido, te permite encarar, que es falsa, porque si revisás la composición el alcohol es una sustancia inhibidora, un depresor del sistema nervioso”, esclarece Ariel. “En Argentina hay una mala legislación de drogas, alineada con el paradigma prohibicionista difundido desde Estados Unidos. Cuando hablamos de política de drogas, nosotros creemos que hay que trabajar con los organismos que la controlan. Si decimos que el 81% de la población argentina consume alcohol y es una de las principales causas de muerte no puede haber publicidad, porque la idea de que el alcohol es divertido surge cuando hay un aparato comunicacional que lo construye”. “No estamos hablando de prohibir la sustancia, porque yo no creo en el prohibicionismo, pero estamos hablando de que el Estado tiene que hacerse cargo de regularlas. No podés hacer una fiesta del vino o un día de la cerveza, porque se está enviando un mensaje contradictorio para la salud”, asegura.
Desde el Colectivo hacen énfasis en que a la hora de hablar de consumos problemáticos hay que tener en cuenta qué, quién, cómo y cuándo, ya que una persona puede llegar a tener un consumo problemático, es decir una relación con cierta sustancia lo afecte ya sea en su integralidad física como en sus relaciones sociales, sin calificar como adicción. Es por eso que, lejos de vetar, apelan al paradigma de riesgos y daños para reducir al mínimo las consecuencias negativas del consumo. “Cuando consumís una sustancia siempre hay un efecto. Nuestra intención es que ese efecto sea el deseado, por eso trabajamos con el paradigma de riesgos y daños, es decir, asumiendo que la persona va a consumir cómo se hace para que sea lo menos peligroso y dañino posible”.
A la poca información sobre las consecuencias que puede producir el consumo de alcohol en les jóvenes, se suman las características propias de la edad como la baja percepción del riesgo y la necesidad de revelarse frente a la autoridad. Esta combinación fatal queda reflejada en la encuesta de la Defensoría: 1 de cada 2 jóvenes bonaerenses ve menos riesgoso consumir alcohol que otros estupefacientes y el 42,2% de les jóvenes escolarizados del Gran La Plata manifiesta haber viajado en vehículos conducidos por personas que habían ingerido alcohol o drogas ilegales. “La falta de percepción del riesgo surge en todos los relevamientos que hacemos”, asevera Martello.
Por eso, además del relevamiento, desde la Defensoría se encuentran trabajando en conjunto con legisladores y legisladoras en un proyecto de ley que incluya estas temáticas en las currículas escolares “A la creación de evidencias, que nos parece un paso fundamental para generar políticas públicas, le sumamos otro tipo de acciones. Hemos presentado junto con legisladores de distintos bloques un proyecto de ley para un programa de educación integral obligatorio sobre adicciones que comience desde la primaria, porque también vemos que cada vez el rango etario de chicos y chicas que consumen es más bajo”, agrega el Defensor del Pueblo.
“Tener una política de drogas no es reprimir ni estigmatizar diciendo que la juventud está prohibida, porque eso es funcional a un sector de la sociedad que en general es el más regresivo. Es necesario alojar a las personas, darles respuestas si tienen un problema porque en los consumos hay un síntoma social. En primer lugar debemos poner al sujeto en el centro, pensar el contexto, preguntar, escuchar, trabajar sobre prácticas de cuidado, ver cómo la persona puede tomar alcohol sin que esto genere un accidente. Hay que generar complicidad con los sectores de jóvenes”, finaliza Ariel Parajón. “En lo práctico es urgente dar más información para que los chicos puedan consumir sin llegar a tener consecuencias extremas. Tiene que haber un equilibrio entre la tolerancia cero a la ingesta de sustancias para manejar y el cuidado. Que haya un conductor asignado, pero también hablar de la hidratación, que se van a juntar a tomar también lleven agua”.