Por Ignacio Marchini
Agencia de Noticias Biodiversidadla
Acción por la Biodiversidad acaba de publicar el cuarto y último informe de la serie “Amenazas a la Soberanía Alimentaria en Argentina”, un trabajo apoyado por la Fundación Rosa Luxemburgo. Titulado «Megagranjas porcinas: más control corporativo y nuevas pandemias», aborda en profundidad el acuerdo de producción de carne de cerdo con China, las consecuencias ambientales y sociosanitarias que tendría de llevarse a cabo y las propuestas de la Agricultura Familiar, Campesina e Indígena para caminar hacia un modelo de producción sustentable y alcanzar, de una vez por todas, la Soberanía Alimentaria.
Si bien todavía no se concretó, todas las alarmas están encendidas desde que el gobierno nacional hizo público el acuerdo que se encuentra negociando con la República Popular China para aumentar la producción de carne de cerdo en nuestro país. Por medio de un comunicado del Ministerio de Relaciones Exteriores de julio del 2020, se conoció que el canciller Felipe Solá (el mismo que hace 25 años aprobó el cultivo de soja transgénica en nuestro país cuando era Secretario de Agricultura de Menem) mantuvo una conversación con el Ministro de Comercio de China, Zhong Shan, y que fue bien recibido por el funcionario asiático el avance en un proyecto sobre “producción de carne porcina de inversión mixta entre las empresas chinas y las argentinas. La Argentina podría producir 9 millones de toneladas de carne porcina de alta calidad y le daría a China absoluta seguridad de abastecimiento durante muchos años. Ya llegaron a un acuerdo sobre este proyecto la Asociación China para la Promoción Industrial y la Asociación Argentina de Productores Porcinos”. Posteriormente anunciaron, en otro comunicado, que la cantidad había sido un error y que el volumen correcto era 900 mil toneladas anuales, es decir, 10 veces menor.
Así no sean 9 millones, el aumento que plantea esta iniciativa implica un incremento del 38% en la producción de carne porcina respecto de las poco más de 650 mil toneladas que se registraron el año pasado, según datos del Ministerio de Agricultura, Ganadería y Pesca de la Nación. Esto se lograría mediante la instalación de 25 plantas productoras de carne de cerdo en el norte del país, en el transcurso de los próximos 6 años. ¿Cómo surgió este proyecto?
El informe de Acción por la Biodiversidad titulado “Megagranjas porcinas: más control corporativo y nuevas pandemias”, escrito, como todos los anteriores de la serie Amenazas a la Soberanía Alimentaria en Argentina por el ingeniero agrónomo Fernando Frank, sitúa en la peste porcina africana del año 2019 el surgimiento de esta urgencia del gigante asiático para abastecer su mercado interno. Ese año, China sacrificó el 40% de su stock de cerdos debido a esa enfermedad, por lo que se vio forzada a salir a buscar la producción faltante fuera de su país.
El memorándum de acuerdo estaba programado para firmarse a finales del año pasado, pero el amplio rechazo que cosechó de parte de organizaciones ambientalistas y sociales, intelectuales y múltiples voces conocedoras del tema generó que se mantuviera en suspenso. Según la Fundación Ambiente y Recursos Naturales (FARN), no solo hablamos de contaminación de suelos y de consumo masivo de agua potable, sino también de duplicar las emisiones de Gases de Efecto Invernadero (GEI), uno de los principales promotores del calentamiento global que nos está conduciendo a una catástrofe sin precedentes, como indica el demoledor informe de las Naciones Unidas publicado la semana pasada, que generó revuelo en la opinión pública debido a sus preocupantes predicciones.
La ganadería industrial
Como explica la investigación de Acción por la Biodiversidad, los inicios de la ganadería se remontan a más de 10 mil años atrás. A partir de la segunda mitad del siglo XX, se intensificaron los procesos de producción animal. “Con el objetivo de maximizar la productividad y acelerar los procesos biológicos, se desarrollaron dietas uniformes, se aisló a los animales de la interacción con otras especies (en algunos casos se los aisló, incluso, de la luz del sol) y se generaron enormes concentraciones de animales con genéticas similares, en superficies cada vez menores”, detalla el informe.
El consumo de carne asociado a un mayor estatus social impulsó su demanda y generó, a su vez, el aumento de la producción de maíz y soja para alimentar a un creciente número de animales: “La ganadería industrial, junto con la industria de comestibles ultraprocesados, los agrocombustibles, la comida de mascotas y la industria de biomateriales representan una gran parte de la demanda de las producciones de granos transgénicos”. Sobre el aumento de este tipo de producción agrícola también es preocupante el aval del gobierno a la iniciativa “200 millones de toneladas de granos para el 2030”, la cual fue analizada en profundidad en el informe anterior de Biodiversidad.
Los impactos ambientales y sociosanitarios
El amplio rechazo que recibió el acuerdo por parte de la sociedad, organizaciones sociales, ambientales y académicxs se basa en los efectos profundamente negativos que tendrían las megafactorías de cerdos que pretenden instalar en nuestro país. Como explica Fernando Frank en el trabajo, las consecuencias de este tipo de producción van desde la contaminación de los suelos y el consumo excesivo y la contaminación de agua por efluentes hasta el aumento de enfermedades vinculadas a la exposición a gases, como amoníaco y ácido sulfhídrico, o las transmisibles mediante insectos, que proliferan a niveles incontrolables en este tipo de emprendimientos industriales.
Pero el efecto sanitario más notorio, producto de la realidad que nos toca atravesar hace más de un año y medio, es el potencial pandémico. Una enfermedad del tipo zoonótica (es decir, aquellas que son propias de los animales, mutan y se transmiten a humanos) es una de las causas más probables del origen del covid19. En esta forma de producción, “la artificialización con alimentos balanceados, calendarios sanitarios y genéticas uniformes deprimen sistemáticamente las defensas inmunológicas, lo que produce enfermedades. A su vez, al realizarse tratamientos sanitarios generalizados, se presiona hacia la selección de patógenos más infecciosos y tolerantes a fármacos. Mientras se generan los nuevos patógenos, se destruyen ecosistemas y se acercan las poblaciones humanas a las no humanas, lo que aumenta la presencia de vectores que aumentan los riesgos de saltos interespecies de los virus”, explica la investigación sobre las megagranjas.
Por si la pandemia que reconfiguró completamente nuestras vidas no alcanza como botón de muestra, tenemos como ejemplos la gripe aviar de 2008, la gripe porcina de 2009, el síndrome respiratorio de Medio Oriente de 2012 o el brote de ébola en 2014, todas enfermedades recientes del tipo zoonótico.
Los debates necesarios
Si bien el proyecto a nivel nacional no es una realidad aún, sí se avanzaron en “acuerdos bilaterales” con provincias como Córdoba, Formosa, Misiones y Chaco. El gobernador de esta última, Jorge Capitanich, “ya suscribió un acuerdo con la empresa de capitales chino-argentinos Feng Tian Food para un convenio de cooperación que posibilitará la puesta en marcha en la provincia de Chaco de tres complejos productivos porcinos integrados con destino a exportación”, según se lee en una nota de El Cronista del 30 de julio pasado.
Las declaraciones del ministro de Desarrollo Productivo, Matías Kulfas, que hace poco más de tres semanas caracterizó al acuerdo como “una oportunidad”; lo manifestado recientemente por el ministro de Ambiente y Desarrollo Sostenible, Juan Cabandié, que admitió que conseguir los dólares para pagar la deuda externa “no se puede hacer sin contaminar”; o la entrevista que dio el presidente Alberto Fernández el 11 de agosto en el programa “Caja Negra” de Filonews, en la que se refirió a la negociación con China, dejan en claro las intenciones del gobierno en avanzar con el acuerdo.
Un punto que se recalca en la investigación de Acción por la Biodiversidad, así como en las tres anteriores que completan la serie Amenazas, es que este tipo de decisiones siempre se toman por funcionarios de alto rango y que la discusión se da después, impulsada por las organizaciones y la sociedad civil y nunca por el gobierno. El acuerdo porcino abre varios debates urgentes y necesarios: el apoyo a políticas públicas para alcanzar la Soberanía Alimentaria; la incidencia de la industria agraria en nuestra alimentación y, por ende, nuestra salud; o la “necesidad de divisas” como excusa recurrente para justificar todo tipo de producción extractivista. Estas son solo algunas de las aristas que se desprenden de este acuerdo que se está negociando con China.
La discusión de fondo es más profunda. Se trata, como explica Fernando Frank, de discutir el modelo de país: “Es importante entender que sin debate político no se puede avanzar en la construcción de un país más justo. Y que cumplir con las demandas de los países poderosos y de las empresas transnacionales es ir contra la democracia y la Soberanía Nacional y Alimentaria”.