“Cuando odiamos a alguien, odiamos en su imagen algo que está dentro de nosotros”.
-Hermann Hesse-
Una semilla. De palabras. Orientada a discriminar, excluir, hostigar, humillar, ridiculizar, acosar, intimidar, estigmatizar a un ser humano o a grupos más vulnerables de seres humanos. Propiciando el odio hacia niveles imaginables, bien lo sabemos por la historia. Tambien, lamentablemente, lo sabemos por el presente. Sea por ser discapacitadxs, refugiadxs, migrantes, sea por etnia, creencias religiosas, ideologías políticas, género, edad, clase social o cualquier aspecto que nos transforme en seres sensibles para el “hater” (odiador en inglés). Él o ella encontrarán el cauce hacia la desvalorización de aquel que ve solamente como otro, no como un par, no como un habitante más del planeta Tierra, para el odiador, es sólo un ente. Es un ente que sufre, porque, ¿a quién no le duele ser blanco del odio?
El I Ching nos enseña en el Hexagrama 27, “La Alimentación”, que en nosotros juegan dos movimientos: el que nace externamente para tomar el alimento y nutrirnos y el que requiere mayor responsabilidad: lo que tomo de mi adentro para dar hacia el afuera.
Sabemos que las palabras tienen la energía de quien las arroja, de su estilo y modo. No hace falta remontarnos muy atrás para recordar que el sombrío discurso nazi condenó al pueblo judío, gitano, a militantes, comunistas, enfermos psiquiátricos. Con esto queremos entronizar que el discurso del odio puede llegar a dimensiones incapaces de narrar, por su horror, su injusticia, su masacre.
¿Y la libertad de expresión? En nombre de esa libertad se dice lo que se quiere, sin reparos, de manera simplista, a veces chabacana y nada ilustrada. No sólo la televisión nos da un claro ejemplo de ello sino que las Redes Sociales son un caldo de cultivo para la semilla orientada a herir. Es decir, sin ningún fundamento más que la propia proyección del odio hacia afuera. Pero ese afuera es un ser humano. Podemos decir lo que queramos pero ello no implica no ser conscientes y responsables de lo que se está enunciando.
Darse Cuenta qué y para qué se dice lo que se está diciendo.
En el artículo “Qué es el discurso del odio” del sitio: www.barcelona.cat, se mencionan algunas de las formas más comunes que se expresa el odio para estigmatizar, con consecuencias trágicas muchas veces:
• Antigitanismo: es una forma de racismo dirigido a las personas gitanas.
• Antisemitismo: prejuicio contra u odio o discriminación hacia las personas judías tanto como grupo étnico o religioso.
• Aporofobia: rechazo de las personas sin recursos o sin hogar.
• Islamofobia: prejuicio contra, odio hacia o miedo al Islam o las personas musulmanas.
• LGTBIfobia: rechazo a las personas lesbianas, gais, transexuales, bisexuales e intersexuales.
• Racismo: creencia de que, por motivo de la raza, el color, el idioma, la religión, la nacionalidad, el origen nacional o étnico, se justifica el desprecio de una persona o grupo de personas o la noción de superioridad de una persona o grupo de personas.
• Sexismo: discriminación de las personas por razón de sexo. Como consecuencia de la desigual relación de poder entre hombres y mujeres en la sociedad, la forma más común de sexismo es la misoginia, el rechazo, odio o discriminación hacia las mujeres.
• Xenofobia: prejuicio contra, el odio hacia o el miedo a personas de otros países o culturas”.
La televisión, las Redes Sociales, grupos web, blogs alientan a profanar la belleza, la identidad. Y no escribo esto solamente porque lo estudie, sino porque lo viví y lo vivo en mi “condición” de discapacitada. Me han llamado loca, me han hecho chistes, me han lanzado ironías -agresiones encubiertas-, me han injuriado, incluso me excluyeron de un espacio astrológico donde participaba. También me toco bloquear en Facebook a acosadores, que envían videos semi-pornográficos como si yo fuese un objeto de consumo. El odio de una u otra manera, nos toca con sus dedos filosos a todos y a todas.
El conflicto es hondo y grave, ¿qué podemos hacer? Educar y educarnos. Educar a los más pequeños para que crezcan sin niveles de una otredad que, con los años, podrían transformase en odio. Personalmente, no considero otras técnicas para hacer frente a esta punzante problemática.
¿Cómo hacer entender a un odiador que lo que desprende de su boca incita incluso hasta llegar a la violencia física, en la esfera pública? ¿Acaso se puede hacer entender a los proclamadores del odio que están equivocados?, ¿qué en verdad se están odiando a sí mismos? En todo caso, podemos también hacer esto: exponerlo y que cada quien encuentre su manera de hacer frente al discurso del odio. Con una idea central:
No siendo parte.