El 23 de mayo de 1936, se inauguró el Obelisco de la Ciudad de Buenos Aires. Ayer se cumplieron los 85 años de este testigo de los acontecimientos más importantes de la República Argentina. También es la imagen de la Ciudad que trasciende nuestras fronteras. Se ha instalado en el alma de todos los argentinos, como el icono representativo de su Capital.
Por supuesto, en cualquier agencia turística del mundo, las imágenes que se muestran como característica de Buenos Aires es Corrientes y 9 de Julio; la Plaza de la República. Con ese mojón gigante que señala el lugar distintivo de la Ciudad. El motivo de su contrucció0n y emplazamiento era generar un elemento que representara el homenaje a la Ciudad, recordando para siempre, los 400 años de su primera fundación. El entonces intendente porteño, Mariano de Vedia y Mitre, encargó al arquitecto Alberto Prebich, el diseño de este proyecto. Se eligió su ubicación porque ya se consideraba un lugar estratégico de la urbe. Allí estaba la parroquia de San Nicolás de Bari, que había sido construida en el año 1733, fue demolida en 1930 y en el año 1936, cuando se inaugura el Obelisco, la trasladan a su actual domicilio de la avenida Santa Fe. Las obras se ejecutaron en un tiempo record de dos meses. Es válido recordar, que, en el sitio, en que está hoy emplazado, se izó por primera vez, la bandera nacional. Hecho que ocurrió el 23 de agosto de 1812 en la torre de la parroquia de San Nicolás de Bari. En una de las fachadas del monumento figura, recordando ese momento histórico, la siguiente leyenda: “En este sitio, en la torre de San Nicolás, fue izada por primera vez en la ciudad LA BANDERA NACIONAL el XXIII de agosto de MDCCCXII”. El diseño del obelisco, una especie de pirámide alargada, que igual que ella, también posee un tinte energético. No es patrimonio nuestro, sino que existen varios en distintas ciudades del mundo. Mide 67,5 metros de altura. Una base cuadrada de 6,80 metros por lado. Una sola puerta de entrada. Con una escalera marinera recta. Por la cual se puede trepar sobre 206 escalones, con 7 descansos, para llegar a la parte superior, En esa cúspide que termina en punta como un pequeño cabezal piramidal, tiene una ventana por cada lado. Al principio estaba revestido por unas lajas calcáreas de Córdoba. Se fueron desprendiendo algunas. Eso provocó que se reemplace todo el revestimiento, por un revoque cementicio con buñas de separación, transmiten la imagen de planchas de piedra. Alberto Prebisch, el arquitecto responsable del proyecto, manifestó sobre su obra: “Solo me resta el deseo de que la arquitectura que ha de rodearlo esté regulada por la pureza geométrica de su forma, que será así como la nota inicial del piano con que un director regla el tono de un coro….”. Desde el 12 de marzo al 15 de mayo, el Ministerio de Espacio Público e Higiene Urbana de la Ciudad, se dedicó a restaurarlo para ponerlo a tono de la celebración de su 85° aniversario. Mediante un convenio con la Cámara Argentina de Pintura y Restauradores (CEPRARA), como ocurre cada cuatro años, realizaron trabajos de limpieza, reparación de revoque y pintura, incluidas las rejas que lo rodean. La ministra de Espacio Público e Higiene Urbana, Clara Muzzio, se refiere a esa tarea, de esta manera: “Es importante recuperar el esplendor de uno de los grandes símbolos de la Ciudad, por eso realizamos tareas de mantenimiento y pintura en este gran ícono porteño y patrimonio de nuestro paisaje urbano. Que se convirtió en punto obligatorio de vecinos, vecinas y turistas”.
Este monumento que es tan querido y representativo, no solo por los porteños. Ya que es patrimonio de toda la República y representa a todos los argentinos. Por ser esta la Capital Federal de la Nación toda. Con el transcurrir de los años, este enorme lápiz de cemento fue testigo de todos los acontecimientos que ocurrían en el país. Desde lo político, hasta los festejos de los triunfos deportivos. Para celebrar algún logro trascendente, es imprescindible, hacerlo rodeando al Obelisco. También para protestar por reivindicaciones. Todo sucede entre el Obelisco y la Plaza de Mayo.
Por Francisco Grillo
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