23 de diciembre, 2021
José María Gómez nació en Pueblo Andino (Santa Fe), Argentina. Es regisseur egresado del Instituto Superior de Arte del Teatro Colón, fue profesor en el Conservatorio Superior de Música Manuel de Falla y director de cultura de la Facultad de Psicología de la Universidad de Buenos Aires. En el año 2007 recibió el Primer Premio de Novela del Fondo Nacional de las Artes por su novela Los putos. Primera parte: El comisario (editada en el año 2008 por el sello “mr” del Grupo Editorial Planeta). En el año 2012 La anábasis fue finalista del Premio Clarín de Novela. Los marianitos. Una novela policial obtuvo una mención especial en el Premio Internacional de Novela Letra Sur y fue publicada por El cuenco de plata (2014). La fusión. Memorias de oficina recibió el Segundo Premio de Novela del Fondo Nacional de las Artes (2013) y ha sido editada recientemente por la editorial Interzona. En el año 2016 el sello Eldeseo Editorial publicó La inevitabilidad de los cuerpos, una segunda edición de su primera novela publicada. En el año 2017 este mismo sello publicó “El cine de los sábados” (primera mención honorífica del Fondo Nacional de las Artes/2010)) y “Los violaditos” en el año 2018. En el 2020 la editorial Saraza (LGBT) publicó dos libros suyos: “La felicidad” y “Paraísos perdidos”. Ayer se dio a conocer la noticia y el merecido reconocimiento por este escritor de nuestra cultura gay, al haber recibido el primer premio del concurso municipal.
EL
DESEO EN CARNE VIVA
Por Facu Soto
Un estado de ánimo de la persona que se siente plenamente
satisfecha por gozar de lo que desea o por disfrutar de algo bueno. Cosa,
circunstancia o suceso que produce ese estado. Esas son las dos definiciones de
felicidad que arroja el diccionario, aclarando entre paréntesis: nombre
femenino. La
felicidad, a mi entender, es totalmente personal y la que propone José María
Gómez en este libro tiene y no tiene que ver con su primer libro “Los putos”
(2008) Editorial Planeta.
El
deseo, la búsqueda del placer, la contemplación de los cuerpos de los jóvenes
es, quizás, lo que tienen en común con este libro de cuentos, con el citado
“Los putos”, que en principio fue pensado como una extensa novela donde el
autor pretendía agotar el tema, hasta llegar casi al inicio, narrando “la
primera vez” en 100 páginas que fueron abortadas para este proyecto.
Pero
“La felicidad” parece estar escrito con más desenfreno, con una prosa corta y
directa, menos perlongheniano, mientras que “Los putos”, con las mismas
recurrencias del autor: el padre, la policía (entre un morbo gay y algo
simbólico que viene a proteger al más vulnerable, cuando él también pasó por
esa fase) y el sexo, como algo inexorable intrínseco a la vida -por más que lxs
moralistas de turno todavía lo quiera censurar o eludir- antes, quizás, José
María Gómez lo hacía con una lírica y una prosa más embelesada, que no tiene
este libro, caracterizándose “La felicidad” por un lenguaje más directo y
simple, como los tiempos que corren.
Las
influencias del autor, que van desde Juan José Saer, André Gide, y Manuel Puig
entre otrxs, están procesadas en este texto de manera tal que solo queda su
motor, donde la escritura que nos presenta es tan fresca como adrenalínica y
excitante.
Es
un elogio que José María Gómez nos haga parar la pija o dilatar el ano con “La
felicidad”. Hay que tener un dominio pleno del registro lingüístico para
conseguir que a través del lenguaje se produzca excitación, que logre enardecer
la sangre y concentrarla en un lugar determinado de nuestro cuerpo hasta hacer
crecer de tamaño una de las partes más sensibles de nuestro cuerpo. Un dato, no
menor, es que José María Gómez es regisseur, egresado del Instituto Superior de
Arte del Teatro Colón. Decir Regisseur es
decir director teatral,
considerado el máximo responsable en el ámbito de las artes escénicas, es el
que dirige, supervisa y unifica criterios, el que selecciona los decorados, los
vestuarios, los efectos especiales, la iluminación y el desempeño de los
actores. Ahora podemos comprender la capacidad de manejo que el autor tiene
sobre las acciones y emociones de la persona que se para frente a su obra. Por
otro lado, cabe agregar que, por más que al género pornográfico todavía se lo
siga considerando un arte menor, vituperado y menospreciado por los prejuicios
que todavía hoy en día subsisten en el arte -y en especial en la literatura
argentina- estamos hablando de un género lleno de creatividad y que muy pocxs
escritores contemporáneos pueden usar como registro, dada las limitaciones
–condicionadas por su moral-, por ejemplo al decir la estupidez setentista que
prefieren lo erótico ante lo porno- que van desde sus propios prejuicios y
escasa libertad para jugar con las palabras, las acciones y dejar de ocultar
para mostrar lo que no se ve o aquello de lo que no se habla, hasta el manejo de
habilidades –como un regisseur- que debe contar el autor para trabajar con la
precisión de las emociones y desencadenar en el o la lectora esas sensaciones
(de excitación) que se propuso provocar.
Con
su segunda novela, “Los marianitos”, 2014, El Cuenco del Plata, José María
Gómez recorre a través de otro registro, el del género policial, el tema de la
policía federal con una poética religiosa, proponiendo que nos reflejemos en la
policía, personaje central del libro, con la intención de limar la mayor
cantidad de prejuicios con los que contamos, y lo fascista que todavía nos
queda. “La policía somos todxs”, dijo alguna vez el autor.
“La Fusión. Memorias de Oficina”, 2015, Interzona, la
contratapa del libro decía: “Con depurado estilo y espesor de lenguaje, el
autor nos introduce en el peculiar mundo de las oficinas, y lo hace a través de
personajes reconocibles, todos ellos víctimas tanto de sus deseos como de la
imposibilidad de alcanzarlos en la exacta dimensión de la apetencia. Ante el
horizonte de ser absorbidos por una empresa de capital extranjero, José María,
el narrador, se descubre entrampado en una subjetividad extrema que lo impele a
vivir escindido del resto –en fisura–, en un mundo privado y personal pero en
permanente colisión con el de los otros, y a la espera de que se produzca la
fusión: ese momento único de la vida en el que la realidad –pletórica,
exultante– se despliegue delante de nuestros ojos.
En 2006, el jurado integrado por Vicente Battista, Leopoldo
Brizuela y Perla Suez le otorgó a José María Gómez el Primer Premio de Novela
del Fondo Nacional de las Artes por la obra vuelta a publicar por El deseo
editorial, diez años después, titulada “La inevitabilidad de los cuerpos”,
ubicó la escritura del autor santafesino en la tradición de Jean Genet y Pier
Paolo Pasolini. Historia coral, en la que cada personaje va dando a su turno su
versión de los hechos que tejen la trama de sus historias enlazadas por la
pasión erótica, entre varones y clandestina. La nouvelle opera sobre las
verdades calladas, bajo la premisa de que el deseo termina siempre por
imponerse como una fatalidad y todo lo que produce un cuerpo humano es
inevitable.
Sobre
“El cine de los sábados”, 2017, El deseo editorial, Claudio
Zeiger, acerca de ese libro, escribió para el Suplemento Soy de Página 12: “Una
línea de un realismo subterráneo, potente, ni pietista ni convencional, que
bordea estados alucinatorios y lenguajes ásperos pero poéticos. A estas
cuestiones programáticas nos referimos, no a un lobby de literatura gay auto-designada
como literatura del yo, como relato generacional, como experiencia juvenilista
yoica volcada en forma de testimonio contemporáneo improvisado o como nostalgia
de todo lo que se amó, se deseó, se perdió en cines, salas porno, discos y
callecitas oscuras”. El cine de los sábados es un lugar de encuentros, de
cruce, un topo para habitar y no para sentarse a mirar.
Lejos
de estacionarse en un punto moralista, como lo hace la mayoría, sino desde el
inaprensible punto del deseo, el autor de “La felicidad” -que hace verdaderas
obras de arte con sus libros- trabaja el deseo, desde y con el deseo; y sabemos que éste no tiene
objeto, carece de meta y de moral. Freud ya lo decía hace más de cien años: “El
niño es un perverso polimorfo” y José María Gómez lo cuenta en sus cuentos. Políticamente
incorrecto: “A todos nos ha cogido un primo alguna vez, y es hermoso”, dice en
algún pasaje del libro, careciendo de miedo al decir, en tiempos donde “lo
políticamente correcto”, supuestamente a favor, pero limitando al deseo, está a
la orden del día. José María Gómez no escribe solo para la comunidad LGBT sino
que su lenguaje se expande mostrando a la población en general las peripecias y
la felicidad que produce el sexo entre hombres. En sus textos no aparecen
personas trans, ni intersex –y tampoco tendría por qué hacerlo- en un contexto
donde parecería que meter un personaje trans en la obra significaría diversidad
y respeto, pero lejos de estos valores la fachada “modernista esconde los
mismos prejuicios de siempre con una fachada de apertura pero fascista en
relación a lo que se debe decir y lo que no, porque no es políticamente
correcto; lejos de ello, José María Gómez
circunscribe su universo a su universo y no por eso endogámico ni
intolerante, por el contrario, es muy personal, erótico y sobre todo verdadero.
“La
felicidad” trabaja el tema del deseo como si el autor quisiera agotarlo, aunque
como pasa con el deseo: por más que se satisfaga nunca llega al grado cero,
siempre un resto queda funcionando como motor para que la sed vuelta y renazca
ese fuego que hace arder al lector.
“La
felicidad” es un libro político, no partidario, sino construido con una
política del lenguaje que rompe las estructuras normativas, yendo más allá del
encuentro de dos o más personas del mismo sexo, convirtiéndose así en una
política que tiene que ver con la fuerza del deseo, cuando éste rompe las
normas y deja aflorar su propia singularidad, saliendo de la reproducción
automática (casarse, tener hijos, ir a la iglesia, servir a la patria, casarse,
tener hijos, ir a la iglesia, servir a la patria, y así…). La felicidad es
única y propia de cada persona que se realiza como sujeto, única e irrepetible,
por donde pasan los causes del deseo.