El Colectivo de Semillas y la Alianza Biodiversidad en América Latina presentaron un Cuaderno de Biodiversidad que trata de echar luz sobre una nueva definición de las grandes corporaciones para hacerse del control mundial del mercado de semillas y lo definen como la estafa de la “propiedad intelectual” para reiniciar una vieja discusión que hasta ahora evito la privatización de las semillas en Latinoamérica.
El tema de la propiedad intelectual en la generación de semillas que producen plantas transgénicas, tiene un solo objetivo y es la privatización de la cadena de producción agraria, con el control de los grandes laboratorios, que buscan hegemonizar el comercio internacional de semillas.
La privatización de las semillas es parte de un negocio millonario donde los grandes capitales pretenden controlar la naturaleza y la producción de alimentos, pues la comida y los bienes naturales tienen el potencial de ser el mayor y más lucrativo negocio.
Cualquier privatización, como toda la propiedad intelectual, implica una exclusión, aun pactando compensaciones que presuman de “reparto justo de beneficios”. El esquema de acaparamiento incrustado en cualquier derecho de propiedad intelectual siempre dejará fuera a la persona, colectivo o comunidad más desprotegidos, con menos recursos y conexiones.
Aceptar la propiedad intelectual es aceptar que todo sea mercancía o capital. Es destruir el sentido más profundo de lo colectivo y todo lo que diversas comunidades crearon a lo largo de su historia, incluidos los saberes, las semillas, los territorios.
Estamos entonces ante un aparente callejón sin salida. Queda claro que el sistema de normas diseñadas para proteger al capital no nos protegerá. Obedecer las legislaciones privatizantes es facilitar nuestra destrucción y desobedecer nos deja aparentemente fuera de toda protección y sujetos a los castigos que la ley determine.
Pero la biodiversidad y los saberes comunitarios asociados requieren un paraguas de protección jurídica que fortalezca su cambio permanente, su producción, uso y conservación social y colectiva. Los pueblos y comunidades deben poder mantener sistemas de innovación y construcción continua del saber para cumplir con el principio de resolver con sus propios medios e iniciativas lo que más les importa.
La mejor forma de proteger la vida, las semillas, nuestros cultivos y saberes, es mantenerlos vivos, con la custodia de nuestras formas de decisión colectiva.
Para el capital, la agricultura independiente que hacen los pueblos originarios y campesinos del mundo debe desaparecer. La tarea de los afectados es permanecer, resistir, desnudar, denunciar y derrotar la opresión y el absurdo.