Cada 5 de junio se celebra el Día Mundial del Ambiente y este año la ONU llama a centrarse en la restauración ecológica como eje de discusión.Sin embargo Argentina no tiene nada que celebrar.En 2020 perdió mas de un millón de hectáreas por el fuego.Los detalles.
A pesar de las restricciones impuestas para detener el avance de la pandemia de COVID-19, en el 2020 se deforestaron más de 100 mil hectáreas de bosques nativos en el norte de Argentina. Hectáreas perdidas que se suman a las más de un millón que fueron arrasadas por el fuego en bosques, pastizales y humedales como consecuencia de incendios intencionales.
El 5 de junio se celebra el Día Mundial del Ambiente. Una fecha que fue establecida por la Organización de las Naciones Unidas en 1974, con la finalidad de sensibilizar y tomar acción respecto a temas ambientales. Este año, la ONU llama a centrarse en la restauración ecológica como eje de discusión de este día. Pero, ¿por qué urge hablar de restauración ecológica?
Cada año, nuestros ecosistemas se ven más y más afectados por las actividades que el ser humano realiza en ellos, específicamente, por los modos de producir que rigen en nuestro sistema. En Argentina, el avance de la frontera agrícola-ganadera, los monocultivos, el desmonte, el uso de agroquímicos, la megaminería, la industria petroquímica, la falta de planificación urbana y la falta de gestión de todo tipo de residuos, son solo algunas de las principales causas por las que nuestros ecosistemas se ven severamente perjudicados y que están llevando a la fragmentación y deterioro de los mismos y, con ellos, de todas las formas de vida que alojan.
La degradación de los ecosistemas, además de ser una causa principal del cambio climático, implica la modificación de las relaciones entre las diferentes especies y formas de vida que han evolucionado para ocupar un lugar, que si se altera, se altera todo. Esto lo vemos plasmado en la pandemia que nos atraviesa, y que surge como consecuencia de un salto interespecie de un agente patógeno (un virus, en este caso, el SARS CoV-2),y que probablemente sea cada vez más frecuente. No sólo sobrevienen enfermedades: degradar ecosistemas implica también, tener sistemas menos resilientes a fenómenos naturales, como sequías e inundaciones, cada vez más reiterativas y, como consecuencia, el aumento de refugiados climáticos, de personas y comunidades enteras que pierden todo.
Por otro lado, la degradación de ecosistemas también supone un gran problema a la hora de producir alimentos o de garantizar agua potable a las personas. En definitiva, la destrucción de los mismos implica que cada vez sea más difícil garantizar derechos básicos como agua, alimentos y vivienda, entre otros.
¿Se pueden restaurar nuestros ecosistemas devastados? Es posible, todo depende del daño, del tipo de ecosistema, de las causas y principalmente de las políticas que se apliquen para ello, pero tan importante como intentar reconstruir ecosistemas, es dejar de deteriorarlos. Es necesario, también, hablar de socio-ecosistemas y abordarlos desde un enfoque holístico, que no solo pondere los fenómenos biológicos sino también que respete las cosmovisiones de los pueblos que los habitan y el valor cultural de ellos.
En Argentina, contamos con algunas experiencias donde, a través de programas de restauración y conservación ecológica de ecosistemas y biodiversidad, se han podido (o se está pudiendo) restablecer las dinámicas naturales propias de cada lugar, la reinserción de especies nativas y la protección de áreas de gran valor bio-socio-cultural. Sin embargo, aún falta muchísimo por hacer. Falta que la reconstrucción ecológica sea un tema en la agenda pública y legislativa, falta visibilización, concientización y debate, mucho debate entre los principales actores involucrados: las comunidades que habitan cada lugar, la comunidad científica, la clase dirigente, los sectores privados, etc. No podemos pensar en la restauración ecológica y la conservación escindiendola del contexto social. Es necesario que podamos generar los espacios para discutir qué queremos conservar, cómo, de qué manera y mediante qué o cuáles proyectos.
Nos encontramos en medio de una crisis climática, ecológica, sanitaria, social y económica que nos exige tomar medidas que cambien radicalmente la forma de vincularnos con el ambiente. Es inviable pensar en reconstruir nuestros ecosistemas si no detenemos y desterramos las causas que los destruyen.
Esto mismo insta a pensar y poner en marcha una transición hacia un modelo de producción y consumo más justo, que atienda las necesidades de las mayorías, que pondere la salud de nuestro pueblo y nuestros ecosistemas, a la agroecología, el desarrollo de las economías regionales, el cambio de nuestra matriz energética y que tenga como eje central el ordenamiento del territorio, que planifique y organice y que sea para todxs, que atienda las necesidades de las grandes ciudades y también la de los miles de pueblos que habitan olvidados en nuestro vasto territorio. Necesitamos una respuesta que se construya federalmente.
Por otro lado, nuestro país cuenta con un amplio número de leyes que protegen al ambiente pero aún queda mucho que regular. En este sentido, hay leyes que se vienen postergando desde hace décadas y a otras no se les da el espacio para ser discutidas. No podemos pensar en reconstrucción ecológica sin un marco legal que lo ampare.
La Ley de Humedales es una deuda pendiente. Mientras el humo de los incendios siguen invadiendo las ciudades y el fuego pulveriza estos ecosistemas, la ley se encuentra cajoneada por la comisión de Agricultura y Ganadería que se rehúsa a tratarla. La necesidad de esta ley es real. Ya hemos perdido más del 35% de los humedales del planeta y el número que se mantiene en aumento. La situación de los humedales y de las comunidades que los habitan es desastrosa. La falta de planificación en la urbanización y la pampeanización de los mismos altera las dinámicas propias del suelo, que se plasma en inundaciones y en pérdida de biodiversidad. La resistencia a esta ley no es nueva, en los últimos diez años se han presentado más de ocho proyectos de ley que terminaron perdiendo estado parlamentario. Un destino que parece querer volver a repetirse nuevamente.
Además de la Ley de Humedales, hay otras leyes ya presentadas esperando el debate legislativo, tal asi es la Ley de Delitos Ambientales que propone tipificar como delito en el Código Penal cualquier atentado a la integridad del ambiente. Hay varios proyectos presentados para esta ley en la Cámara de Diputados y Senadores y que fueron girados a las distintas comisiones donde se espera sean tratados. Otros proyectos que se encuentran casi en la misma situación son los proyecto de Ley de Agroecología, de Plásticos de un solo uso, de Áreas protegidas y de Diversidad biológica. Todos ellos presentados en la Cámara de Senadores y girados a sus respectivas comisiones pero aun sin tratamiento.
A pesar de todo, hoy tenemos la alegría de celebrar que la Ley de Educación Ambiental ya fue sancionada y promulgada y la Ley de Etiquetado Frontal de los Alimentos va por buen camino. Sin embargo es necesario avanzar con el tratamiento del resto de los proyectos y no solo conformarnos con la sanción de nuevas leyes, también abogar por que las mismas se reglamenten y se cumplan para que hablar de restauración ecológica trascienda lo discursivo y se empiece a convertir en una realidad.