El martes pasado, con motivo de celebrarse la declaración como Sitio de Interés Cultural al Restaurante El Tropezón, se colocó una placa en la puerta del comercio, sito en la Avenida Callao 248, de esta Capital Federal.
El restaurant, donde solía ir a comer el cantor de tangos Carlos Gardel, luego de haber permanecido cerrado por 34 años, reabrió sus puertas en el año 2017.
El Tropezón, cumplió 123 años de historia. El local como se lo conoce ahora, en Callao 248 tiene 93 años, dentro de los cuales estuvo cerrado 34 años.
Debido a que se logró poder reabrirlo, es que la Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires, lo declaró “Sitio de Interés Cultural de la Ciudad”.
Tan famoso es el restaurant, que hasta se lo menciona en un tango compuesto por Trongé y Merico: “No vayas a lecherías a pillar café con leche. Morfate tus pucheretes en el viejo Tropezón. Y si andás sin medio encima, cantale ¡Fiao! a algún mozo. En una forma muy digna pa’ evitarte un papelón”. Tango que solía cantarlo el Zorzal, Carlos Gardel.
El Tropezón fue inaugurado en 1896, pero en ese momento estaba ubicado en la esquina de Callao y Bartolomé Mitre, y pertenecía al asturiano Manuel Fernández y al gallego Ramiro Castaño.
Recién el 11 de febrero de 1926, El Tropezón se mudó al lugar donde está en la actualidad: Avenida Callao 248. El intendente de aquel entonces de la Ciudad, Martín Noel, asistió a la reinauguración. Entre sus invitados especiales estuvieron los cuatro tripulantes del Plus Ultra, el primer hidroavión que voló desde España hasta América.
El Tropezón tenía la particularidad de estar abierto las 24 horas, por lo que era visitado por tangueros, bohemios, actores y políticos. “Cabaret… Tropezón…, era la eterna rutina / Pucherito de gallina, con viejo vino carlón”, reza la letra de otro tango que lo nombra, de Roberto Medina, escrito a principios de los años 50. El plato más emblemático, y el que se dice era el preferido de Gardel era justamente el puchero de gallina. Cuentan que el Zorzal siempre se sentaba en la mesa 48, muchas veces acompañado por su amigo, el jockey Irineo Leguisamo.
Muchos de sus clientes eran famosos, como Florencio Parravicini, Armando y Enrique Santos Discépolo, Ángel Villoldo, Aníbal Troilo, Julio Sosa, Dringue Farías, Lola Flores, Hipólito Yrigoyen, Alfredo Palacios, Carlos Perette y Ricardo Balbín y Federico García Lorca entre otros.