Estamos en pleno desarrollo de la llamada “segunda ola” que, se trata, ni más ni menos, que la multiplicación sostenida de los aumentos de los casos de contagio del Coronavirus. En el medio de esta emergencia tan peligrosa, en lugar de unirnos para hacer causa común y combatir al enemigo invisible, le damos la chance de pelarnos.
Cuando deberíamos formar un bloque abroquelado e impenetrable para fortalecernos en la unidad, nos debilitamos profundizando la grieta. Lo que está sucediendo en los últimos días no parece real. Es como una novela donde los protagonistas compiten para ver quién es el más fuerte o el más inteligente. Mientras esto ocurre en los centros de poder, la sociedad está sumergida en la incertidumbre y la confusión. Los que nos tienen que cuidar pierden el tiempo en rencillas donde se disputan otras prioridades, seguramente. Podrían suponerse muchos motivos que separan a los funcionarios. El recorrido es amplio, podemos mencionar algunos. Desde cuestiones personales, hasta de piel. Ideologías. Objetivos partidarios o personales.
También puede ser una incapacidad de los lidiadores para el desempeño de funciones donde la consigna debe apuntar al bien común de la población. Esto no sucede. Quizás ninguno sea el más fuerte ni el más inteligente. No tenemos idea de cuál es el rumbo que están marcando. Sí sabemos, que no tenemos idea para donde disparar. Nos sentimos como prenda de una disputa que nos convierte en vulnerables y desprotegidos. Estamos perdiendo la confianza en nuestros líderes. Aquellos que tienen que comandar las acciones más apropiadas para la guerra que estamos disputando con el enemigo invisible. Cuando más necesitamos de su capacidad, calma, inteligencia, estrategia y buena voluntad. Nos encontramos con unos guapitos de barrio compitiendo entre sí para ganar la pulseada.
¿Dónde queda la gran batalla contra el virus? Casualmente, la crisis, se disparó con la Educación. El elemento más importante para formar a los argentinos del futuro. Nuestros niños y jóvenes son los que deberán encargarse de llevar adelante esta Argentina. Tan vapuleada por varias generaciones. En lugar de facilitarle las cosas, se las complican. Con el bien más preciado que es el de la formación y capacitación. Condiciones indispensables para que dispongan de las herramientas necesarias para poder reparar todas las carencias que les hemos ocasionado a nuestros sistemas administrativos, económicos, productivos y sociales. Incluyendo en estos a la Educación, la Salud, la Justicia, la Seguridad. La suma de todos estos deja como saldo una sociedad sin rumbo, con poco menos de la mitad de la población en la pobreza.
Otra parte de ella, con salarios no sustentables. Los chicos no se merecen esto. Del más pobre al más rico. Tenemos la obligación de facilitarles el camino. Sin entrar en detalles que ya estamos cansados de ver y escuchar por todos los medios de información. Del color que sea. No pensamos en términos ideológicos. Queremos salvar la salud y las vidas. Nadie puede arrogarse la virtud de tener la verdad. No tiene dueño. La velocidad de contagio colapsó. Pero, además nos encuentra peor que en los comienzos de la pandemia. Allá por marzo del 2020. El crecimiento era de una velocidad distinta, mucho más baja. Creció exponencialmente en algunos momentos. Luego se amesetó, en una cifra mediana o baja comparada con las actuales. En ese entonces, peleábamos juntos contra ese enemigo.
Tampoco lo hicimos del todo bien. Pero nadie ponía palos en la rueda. Integramos la misma fuerza de defensa y ataque. Unos y otros en una misma mesa. Como hermanos. Como argentinos. Claro, tampoco ganamos como para derrotarlo. Apenas lo contuvimos. Fallamos con las vacunas. Por la causa que sea. Aunque en el mundo, hay pocos que consiguieron la suficiente cantidad para inmunizar a una parte relevante de su población. No solo las grandes naciones lo han logrado. Miremos a nuestros vecinos y les fue mejor en el reparto de jeringas. Otra falencia, está representada por la cantidad de testeos. Nunca se hicieron la cantidad de controles aconsejables. Podemos notar, en estos momentos la realidad de los números.
Cuando se incrementan los testeos, cuantos más se realicen, más positivos se encuentran. Quiere decir que cuando son insuficientes, quedan muchos sin identificar y siguen la vida contagiando a su paso. Así nunca se corta la cadena. Esa es una de las razones por la cuales no pudimos bajar la cantidad de casos a valores más seguros. También es una de las causas de la detección de muchos positivos. En la medida que se multipliquen los testeos, se va a reducir el porcentaje de contagios por cantidad de tests. Para el final, la incertidumbre que genera, no saber qué va a suceder en la semana, mañana o dentro de una hora. Con algo tan importante como las clases en los colegios. Se cierran o se abren. De uno y otro lado recurren a la justicia. Cada uno donde cree que le va a ir bien. Es lastimoso. Todo cambia en segundos. Nadie sabe cómo manejarse. Ni que puede esperar que ocurra.
Por Francisco Grillo
The post Coronavirus: Dudas e incertidumbre con las clases presenciales en esta segunda ola appeared first on Las Miliuna Porteñas.