18 de enero, 2021
Un grupo de mujeres trans decidieron conformar una cooperativa para enfrentar la crisis económica de la pandemia y dejar atrás el trabajo sexual en las calles.
Unas 23 mujeres trans asisten al taller de diseño y confección de indumentaria que dicta Silvina Recupero, en un espacio prestado en el hotel Gondolin de Villa Crespo.
“Queremos terminar con el estigma de que por ser trans estamos condenadas a vivir una vida marginal sin derechos ni igualdad y es por eso que nos organizamos en un grupo integrado por más de 40 chicas trans. Muchas de ellas optaron por dejar de lado el trabajo sexual y capacitarse en esto que es nuevo para nosotras (trabajo textil) como un emprendimiento solidario con el fin de ayudar a nuestras pares en situación de calle” explica Luana referente de la cooperativa Empoderamiento Travesti Trans.
Luana vive en BS AS desde hace 23 años. Oriunda de Jujuy, llegó a la capital cuando tenía 17. La primera noche, el propio taxista le robó lo poco que traía consigo.
Luego de buscar varios trabajos, comenzó a ejercer la prostitución en las calles hasta hace tres meses, cuando a raíz de las medidas sanitarias por el covid-19, empezó a pensar en la manera de reinventarse y subsistir.
Representantes del Instituto Nacional de Asociativismo y Economía Social (INAES) se acercaron al hotel para brindar una charla acerca de cómo constituir una cooperativa y fue entonces cuando Luana y sus compañeras comenzaron a trabajar en el taller.
Mediante una publicación en redes en la que solicitaban quien les pudiera enseñar el diseño y confección de prendas, conocieron a Silvina que lleva adelante su emprendimiento de ropa para personas con discapacidad pero que, además, les brinda su tiempo y conocimiento del mundo textil.
“El grupo es hermoso, encuentro en ellas muchas ganas de aprender. Fueron ellas quienes me marcaron el camino. Yo venía con la idea de hacer corte y confección y terminamos haciendo también diseño. Aprenden rapidísimo y me piden más y eso es todo un desafío. Están muy comprometidas con lo que aprenden y con querer cambiar sus vidas” cuenta Silvina.
En la actualidad, el promedio de vida de las personas trans es de 37 años, muchas de ellas mueren antes, víctimas de violencia, enfermedades o adicciones debido a la dificultad de lograr una verdadera inclusión social que les permita acceder a un trabajo lejos de la explotación sexual.
“No queríamos seguir padeciendo el maltrato en las calles. Muchas de nuestras compañeras fueron asesinadas y no queremos que nos pase eso ni terminar enfermas en un hospital sin ningún tipo de ayuda” explica Luana.
Durante la última presentación de sus productos, la cooperativa logró vender casi todo lo que habían llevado. Con el dinero que ingresa de las ventas las chicas compran más insumos para seguir cociendo con la única máquina con la que cuentan hasta el momento.
Muchas personas les acercan donaciones y por el momento los cupos para el taller son limitados por la disponibilidad de espacio físico. Las clases se dan en turnos de mañana y tarde pero aun así no alcanzan a incorporan a todas las que se acercan para participar.
“Nosotras queremos que las nuevas generaciones no crean que el maltrato, la violencia, y el abuso es parte de la vida que les espera. Queremos mostrarles que hay otra vida posible y otras oportunidades” destaca Fabiana quien también vino de Jujuy hace unos.
Dentro de sus próximos objetivos la cooperativa busca hacer crecer su propia marca “Ke Valor”, pero para ello necesitan disponer de un taller más grande, así como de máquinas e insumos para poder, además de generar más ingresos, recibir a más compañeras que tengan ganas de aprender una nueva profesión y una opción de ganarse la vida diferente. Por Natalia Perzhalo en Mundo Poder.