Por María José López Tavani
«Hemos aprendido a volar como los pájaros,
a nadar como los peces;
pero no hemos aprendido el sencillo arte
de vivir como hermanos»,
Martin Luther King.
1, 2, 3, 4, alguien está leyendo esto.
1, 2, 3,4, un ser humano está muriendo de hambre.
1, 2, 3, 4. Segundos.
¿Acaso importa de qué etnia?, ¿acaso no somos hijos de la misma Madre, Pachamama? Somos el mundo. Lo construimos o lo destruimos. Cada quien elije.
“No hemos aprendido el sencillo arte de vivir como hermanos”. Por porciones de la Gran Madre, por falta de noción de trascendencia, vale decir, el darse cuenta de qué planeta legamos a las generaciones futuras, por codicia, por egoísmo, por riqueza: la guerra. Una de las principales causas de la desnutrición, la muerte. Que no sólo se vive en líneas de frente y tácticas sino en la panza de aquellos niños, niñas, adultos que parecen nacer para morir o bien, sobrevivir. La agricultura pierde su bondad, la inflación se transforma en un calibre humeante mientras que los alimentos y las medidas de agua y saneamiento se disparan hacia agujeros negros. Espacios de salud prohibidos por las decisiones bélicas -de unos pocos, pues somos capaces de contemplar rostros de políticos pero, a fin de cuentas, estos no dejan de ser bufones de esos pocos a quienes jamás conoceremos sus caras-. Mientras, la ayuda alimentaria tambalea. Los desplazados. Los refugiados.
El Cambio Climático, con sus sequías e inundaciones, sus tiempos desquiciados; alterando siembras y cosechas. Aquel arte milenario que heredamos. Territorios asolados, anhelantes de ofrendar lo que la Madre Tierra, bondadosa, contenedora, nos otorga. A todos y cada uno de nosotros. Todo lo que se consume viene de la Tierra. Natural o procesado. Cuando es originario, regalo a los Reinos mineral, vegetal, animal, humano, -a grandes rasgos-.
“El cambio climático (CC) está impactando alarmantemente sobre los ecosistemas. Está provocando cambios y extinción de especies. Las temperaturas aumentan, amenazando la biodiversidad, los ambientes naturales y al ser humano. Si sigue aumentando el CC, las consecuencias pueden ser: pérdida de ecosistemas, temperaturas máximas y mínimas más elevadas, episodios de precipitaciones más intensos, mayor cantidad de eventos meteorológicos extremos (entre los que se incluyen tormentas, tornados, huracanes, etc.), mayores riesgos de inundaciones y de sequías, reducción de glaciares y hielos polares, aumento del nivel del mar, etc.”, Rodolfo Burkat, 2011, Administración de Parques Nacionales -Argentina-. Y las panzas, cada vez, más vacías.
La política, incapaz de hacer frente, de proyectar y gestionar medidas para que su propia población “pueda pensar pues tiene la panza llena”. La falta de alimentos parecería no provocar una emergencia. La distribución equitativa de las riquezas, capaces de desterrar tanto, tanto más, que hiere y que nos hiere. Y mata. Nadie puede ser ajeno a la falta de agua potable, de saneamiento, de la guerra, del maltrato animal, de las talas, de las heridas que forjamos en la Madre. Los políticos parecen olvidarse. Vale más una ley para integrar sellos sobre, por ejemplo, grasas y demás toxicidades en los envases de comida que una ley que implica almacenar cuando los vientos amenazan con tempestades famélicas. Mientras, la clase media se va borrando para dar paso a la pobreza. “Si hoy día tú sumas toda la producción mundial en términos de calorías, tenemos para alimentar a todo el mundo. No es un problema de mayor producción. Es de distribución. Y eso está atado a la desigualdad”, Máximo Torero Cullen, economista jefe de la FAO.
Multi-mega-super-maxi millonarios. “No me importa la riqueza de los ricos sino la capacidad de dar”, Mario, poeta del Colectivo Poesía Viva. David Beasley, director del Programa Mundial de Alimentos de la ONU, quien insiste a los millonarios a donar una ínfima parte de su fortuna para palear la urgencia de un pueblo mundial que nace para morir de hambre -como lo he mencionado, anteriormente-. Ellos, los pocos, aumentan en riqueza. Nosotros, los muchos, somos condenados. ONU -de sospechosos vínculos con el Banco Mundial- alerta: en la cornisa del hambre se encuentran 45 millones de seres humanos.
“No hemos aprendido el sencillo arte de vivir como hermanos”.
Fuentes:
https://www.unicef.es/blog
https://elpais.com
https://www.dw.com/es
https://www.who.int
https://www.educo.org
“Cambio Climático y Energía”, de Carlos G. Tanides