Por Silvia Rolandi*
Te propongo que por un momento hagas un juego imaginario;
¿Cómo sería si una mañana al levantarte te das cuenta que no estás habitando tu cuerpo cotidiano, sino, por ejemplo, el de un pájaro, o el de tu propia mascota? Extraño ¿no?
Quizá correrse de la cotidianeidad por un segundo te hace reflexionar, te despierta y te da espacio para repensarte como el único animal que puede habitar tu cuerpo, percibirte desde adentro. La propia cotidianeidad a veces impide que tomemos dimensión de la importancia de habitarnos, adormeciendo esa conciencia.
Te invito a que te asomes a través de tus ojos, como si fueran dos ventanas por las que puedes observar tu nave de carne de la que eres el tripulante, una mirada amorosa e interna de reflexión. ¿Cómo te despertaste, cómo siente tu cuerpo, hoy?, es decir darle paso a la propia escucha. Llevar el aire hacia tu interior, bien profundo para habitar tu cuerpo en el momento presente.
Muchas veces no tratamos bien a nuestro propio cuerpo…sin embargo, con un saludable desdoblamiento de la conciencia podemos experimentar una onda de compasión por el maltratado cuerpo, tan exigido por la civilización opresiva a la que está sometido.
Podría ser entonces que con esa mirada interna compasiva, puedas rasgar el velo y comenzar a ver. Quizá hasta sientas vergüenza por deshonrar algo tan noble e indefenso como tu propio cuerpo olvidado.
Para poder vivir con una profunda salud, es necesario prestar atención. Tarea nada sencilla en un mundo que continuamente te distrae por medio de pantallas, redes y preocupaciones.
Si logramos expandir la conciencia puede ocurrir un cambio radical, el cambio en el cual tomes la soberanía sobre tu cuerpo, como el templo que merece ser.
El mundo entero vive una coyuntura histórica compleja y dolorosa, signada por una crisis multidimensional que se ha profundizado por los efectos de la pandemia y dentro de este mundo revuelto nos hallamos inmersos.
Sumado a esto en muchos casos vino para quedarse el teletrabajo. En un principio hasta parecía más cómodo estar en casa, luego con el paso del tiempo para muchos no es tan así.
En casa muchas veces se mezclan rutinas caseras y laborales. Es ahí donde posiblemente comiences a perder el control consiente y sometas a tu cuerpo a los malos hábitos posturales, de consumo… etc.
El poeta Mario Benedetti lo llamó “hermano cuerpo” y en el vals “Desde el alma”, cuenta sobre el cuerpo:
Hermano cuerpo estás cansado / desde el cerebro a la misericordiadel paladar al valle del deseohermano cuerpo has trabajado / a músculo y a estómago y a nerviosa riñones y a bronquios y a diafragmacuando me dices / alma ayúdame / sé que estás condenado / eres materiay la materia tiende a desfibrarse / hermano cuerpo te conozco /
fui huésped y anfitrión de tus dolores…
No somos él, pero él está preñado de nuestra presencia hasta que muera.
Quizá implementar hoy un simple ejercicio, el de realizar por momentos las tareas cotidianas vinculadas con tu cuerpo muy lentamente, y como si lo miraras desde afuera, admirando su inteligencia, observar los movimientos que realiza al comer, al lavarse la cara…como aparecen sus deseos y sensaciones…
Si la consciencia testigo lograra asomarse podría llegar sencillamente “el asombro”.
A-sombro significa “salir de la sombra” de la ignorancia y del desamor.
¿Qué le damos a nuestro cuerpo? ¿Cuánto le exigimos? ¿Cuánto le agradecemos?
* Consultora psicológica y Profesora de yoga-