Se trata de una iniciativa solidaria que recicla objetos plásticos en muebles, pisos y juegos para chicos. “Botellas de amor” tiene como objetivo la educación ambiental en las escuelas y la creación de puestos laborales para recicladores.
El proyecto es impulsado por el gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires y la Fundación Botellas de Amor que tiene como objetivos la educación ambiental en las escuelas y creación de puestos de trabajo para recicladores.
La tarea, a simple vista es sencilla, llenar una botella plástica con todos los residuos que utilizamos a diario de la familia de los plásticos que antes tiraríamos a la basura. Una vez que la botella está llena de esos residuos, solo queda consultar en la web dónde está el punto verde móvil más cercano y allí lo pueden dejar.
Quienes deseen sumarse a la propuesta deben utilizar una botella y rellenarla de plásticos comprimidos: una botella de 1,5 litros debe pesar aproximadamente 500 gramos.
Dentro del envase se colocan plásticos de un solo uso, como envoltorios de comida, bolsas de supermercado, tapas plásticas, sorbetes, vasos, cubiertos y platos descartables, paquetes de fideos, arroz, legumbres, bolsas de supermercado, paquetes de galletitas, pan, alfajores.
También pueden incluirse paquetes de papel higiénico, rollo de cocina y toallitas femeninas, blister de remedios, sachets de leche, papel film, repuestos de productos de limpieza, etiquetas de botellas y cepillo de dientes.
Todo debe estar limpio y seco. No van papel, cartón, globos, metal, arena, vinilos, telgopor, guantes de látex, radiografías, esponjas, aluminio, paquete de yerba, tierra, tetra pack y telas.
Los puntos verdes móviles reciben además pilas, aceite usado de cocina, aparatos eléctricos y electrónicos, cartuchos de tinta y tóner, tela friselina y lámparas en desuso.
Por su parte, Jaqueline Schell Delon, subgerente de Residuos Especiales Domiciliarios de la Secretaría de Medio Ambiente, explica cómo es el proceso: “En las botellas de amor podemos poner paquetes de fideos, de snacks, de alfajores, de galletitas. Todos estos plásticos no cuentan hoy con un mercado de reciclaje, entonces ‘las botellas de amor’ son una posibilidad para poder reciclarla”.
En tanto, Daniel Hartman, fundador y CEO de 4E Madera Plástica, donde actualmente se procesan 60 toneladas de plástico por mes, explica: “Tenemos un foco social y uno ambiental, en éste cumplimos una doble función que es retirar estos plásticos del medio en donde vivimos, que no estén contaminando, y hacerles un upyclingy, a partir de eso, transformarlos en un producto, constructivo, como la madera plástica y también evitamos la tala de árboles”.
Una vez que las botellas viajan a la planta es el momento de su transformación. Este se realiza en la planta de la empresa 4E Madera Plástica, en la localidad de Bernal. Hasta allí llegan las botellas de amor (envases rellenos con residuos plásticos de consumo diario) que los vecinos de la Ciudad entregan en los puntos verdes móviles que tiene la Secretaría de Ambiente porteña en distintos puntos.
Dentro de la fábrica, las botellas llegan a mano de los recicladores, quienes las abren para separar el envase de PET (que volverá a convertirse en botella) y el resto de los residuos plásticos: paquetes de galletitas, snacks y fideos; cepillos de dientes; máquinas de afeitar sin el cabezal, etc.
Luego llega el momento de la clasificación del contenido, la separación y luego se lo somete a un proceso que convierte al plástico en una especie de papel picado. Esa mezcla pasa por una extrusora que la calienta hasta volverla maleable, como si se tratara de una inmensa masa de plastilina.
El proceso de creación llega cuando ese material se inyecta en moldes de hierro que son enfriados en una pileta y le dan forma de machimbres, listones de distintas medidas y postes.
En esa carpintería realizan las terminaciones que permitirán usar esa madera plástica (más resistente a la corrosión, a la humedad y a las plagas que la real) para construir muebles, maceteros y juegos de plaza para niños.
Otro aspecto que se puede lograr es la forma de tablones como los que se usaron para renovar el piso del Puente de la Mujer, en Puerto Madero, y en otros mobiliarios urbanos adquiridos a través de un convenio de intercambio con la Agencia de Protección Ambiental de la Ciudad.
Por Visión Porteña
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