29 de mayo, 2021
En
estos días, cada vez son más los videos de psicólogxs y psicoanalistas que se
reproducen en la web, con más vistas y seguidores, donde los supuestos
profesionales de la salud, generalmente con un tono suave pero no por eso menos
dictatorial, intentan hacer retroceder los avances logrados por el colectivo
LGBTTIQ, hablando con sus antiguos saberes, psicopatologizando a las
identidades trans, aun conociendo la Ley de Identidad de Género pero ignorándola.
La licenciada Silvia Wainsztein,
que forma psicoanalistas y atiende pacientes habla de los travestis, dice que
son hombres vestidos de mujer y que poseen un núcleo psicótico. Sobre lxs
niñxs, dice que no hay que creerles, que hay que ponerles límites y decirles que
camino tienen que tomar. ¿Un intento de retroceso a la heteronormatividad
obligatoria como eje? Parece que los estudios queer todavía no llegaron a las
academias, y que éstas siguen siendo, como lo fueron siempre, un medio de
control y normalización.
Hace
algunos años, salí de un cajero automático y un hombre me seguía. Caminé rápido
hasta encontrar a un policía en la esquina, que al escucharme preocupado me
dijo que me acompañaba hasta mi casa pero si le daba una parte de la plata que yo
había sacado del cajero. Cuando estudiaba psicología quería ser libre,
liberarme de mis culpas, por eso me psicoanalizaba con un pope de la carrera,
ocupaba un cargo muy alto en SABA (Sociedad Psicoanalítica de Buenos Aires) que
viajaba dos o tres veces al año para analizarse con discípulos de Lacán. Esa
“profesional” fue la que me dijo que “mi homosexualidad era un síntoma. Que ella
iba a trabajar para que yo desarrollara mi heterosexualidad.
En
YouTube circula un video de una psicoanalista que se presenta con tantos
títulos y currículo que ya resulta sospechosa. Hace pensar algo así como que,
después de tanta trayectoria “forma parte de la Escuela Freudiana de Bs. As.
desde sus inicios (lo que no dice es que la escuela freudiana no admitió
profesionales gays ni lesbianas hasta el 92). La licenciada Silvia Wainsztein habla de autores
psicoanalíticos repitiendo lo que ellos dijeron como si fuese la biblia, y si
alguien lo cuestiona ella tiene más conceptos en su disco rígido para disparar
y sostener lo que tiene acumulado, guardado, ordenado de tal forma para que
todo se sostenga y nada se caiga, que nada se cuestione. En Nombre del Padre,
dice, repite, lo que dice Lacan como si fuese Amén.
Una psicóloga, que coordina el área forense de
Gobierno, dice que ¿para qué estudiar las teorías queer?, si Freud ya lo dijo
todo. Freud vivió en la época victoriana, donde sus pacientes andaban en
carruajes. ¿Todavía unx profesional de la salud puede pensar que los saberes
con estructurales, eternos e inamovibles?
En el programa que se difunde por la Net, y que
ya cuenta con alérgicos comentarios presentan a la licenciada Wainsztein como
una eminencia, “la investigadora de los niños trans”, pero ella se refiere a
“los travestis” y no le cree a lxs niñxs cuando dicen que sienten pertenecer a un
determinado género. Según Wainsztein se trata de un juego. Pero, los síntomas
que presentan lxs niñxs cuando no son escuchadxs, no son un juego, son gritos desesperados,
se les cae el cabello, sufren insomnio, enuresis, ataques de cólera, entre
otros mensajes para ser escuchadxs. Entonces ¿es simplemente un juego de
chicos?
La especialista en niñez trans desconoce los
pormenores que atraviesan lxs niñx trans y pasando por alto este menosprecio, responsabiliza
a lxs xadres que escuchan a sus hijxs diciendo que “delegan su responsabilidad
en ellos”; a esta altura de sus dichos, la sangre de mi pensamiento empieza a
galopar al ritmo de un candombe destartalado.
Dice muy suelta, parada desde un lugar de
omnipotencia: “Es algo que tiene que ver con la ideología, con la autonomía y
la libertad, y que los niños no pueden elegir y decidir porque ellos saben”. Es
decir, para Wainsztein hay que evitar que lxs niñxs trans lo sean, porque para
ella no existe la niñez trans; ya desde el título lo pone en cuestión el tema al
ponerlo entre signos de preguntas: “Niños ¿trans?”, obviamente sin incluir a
las niñas como si no hubiera varones trans. Ella no desconoce que hay estudios sobre
el tema, porque cita bibliografía, incluso a la vigente la Ley de Identidad de Género,
aunque lo hace horrorizada, y no desconoce que la está violando cuando
patologiza las identidades trans, y lo dice explícitamente.
Es indignante, porque cuántas personas fuimos o
vamos al psicólogx para liberar nuestros fantasmas y nos encontramos atrapadxs
por las redes de la psicopatologización, la higiene mental, la reconversión
hacia las buenas costumbre; pero no es el único caso. En Internet también
circula un extracto de una conferencia pronunciada por la licenciada Irene
Meler en la Universidad Nacional de La Plata, que después de repetir las
palabras de Lacan como la Biblia dice: “Nuestro Paul (haciendo referencia a
Paul B. Preciado) extravió el camino gravemente cuando escribió “Testo yonqui”.
Ella, porque yo sigo pensando que es ella, que no se ofenda, total no está, se
aplica testosterona para producirse un proceso de masculinización químico, por
lo cual uno podría pensar, ya que no puedes vencerlos pues únete a ellos”.
La licenciada Meler no puede decir que
desconoce la Ley de Identidad de Género, porque “yo sigo pensando en ella, que
no se ofenda, total no está”. ¿Ese es el mismo respeto que le da a sus
pacientes y alumnos universitarios? ¿En manos de esta gente confiamos en
producir nuevos conocimientos y saberes? A Paul le puede molestar, pero a ella
no le importa porque lo que no se nombra no existe. Al ignorar la masculinidad
trans, la licenciada, no la ve y la niega al patologizarla, la anula; porque
las transexualidades vienen, en parte a interpelarnos como personas cuando la
vemos.
La Licenciada Meler sigue adelante con su
anteojera, como si fuese un caballo, sosteniendo “saberes” caducos y del siglo
pasado. Lo que más me llama la atención es el estallido de aplausos que produce
la audiencia, futuros profesionales de la salud, próximos a graduarse.
LOS DINOSAURIOS
Volviendo a Wainsztein, cierra su video
diciendo que la denominación “niño trans” le deja una marca que viene del otro,
negando que es el o la niñx quién siente ese género; a veces la testarudez por
hacer encajar la teoría en la práctica no tiene límites. Wainsztein sostiene a
la heterosexualidad como un mandato obligatorio, y desde su lugar hegemónico no
aporta nada nuevo al asunto, sino que avasalla a las personas y su libertad por
ser lo que es.
“No hay reconocimiento de la falta. No hay reconocimiento
de la castración”, repite otra vez conceptos lacanianos como si fuese un mantra;
ahora pareciera que tiene tapones en los oídos, paradójicamente cuando ese
sentido sería la herramienta principal de su práxis. Remata el video diciendo indignada
y con soberbia: “Hay una forclusión”, “hay una promoción del transexualismo
desde la infancia”.
Es curioso que “la investigadora de niños
trans” cuando quiere sostener un concepto, de su vieja escuela, y patologizar a
las niñeces trans lo haga con “Yo nena, yo princesa” y no desde un estudio de
su propia clínica; llama la atención, ¿no?, libro con libro ¿y la vida? ¿la experiencia? Cuando Wainsztein habla de
Luana dice “el”, no ella. Dice que al “nombrarla como niña trans se la diagnostica”;
claro, porque para ella la transexualidad sigue siendo una enfermedad. Lo que
hace la psicóloga de Luana es simplemente escucharla y nombrar la identidad que
Luana siente, ¿dónde la diagnostica? Lo grave de todo esto es que esta persona
atiende pacientes y forma profesionales en fila, cuando lxs pacientes depositan
confianza y hasta sus sueños (lo que ellxs mismes desconocen) en su diván. Y
ella ¿con qué fines opera?, ¿desde qué lugar trabaja? ¿con qué finalidad? Acá,
“lo siniestro” aplica en todos sus sentidos.
Mansilla se queja cuando lxs profesionales
tratan a sus pacientes como “casos”. No somos policías en acción, a ellxs le
propongo escuchar a lxs niñxs limpios de prejuicios, con respeto, sin tratarlxs
como seres inferiores que no saben lo que sienten. Pero, Wainsztein, lejos de
mantener esta postura, dice: “Habría que ver cómo continúa la vida de este
personaje”, (Sí, trata de personaje, de manera peyorativa a unx niña de 7 años,
y a Luana la sigue llamando “el niño”.
Concluye con énfasis queriéndose quedar con la
última palabra, antes del Amén: “No podemos decir niño trans. Niños trans es
una nominación que coagula para siempre a alguien que todavía ni siquiera
podemos diagnosticar”. ¿Diagnosticar? ¿Es decir estigmatizar a una persona si está
enferma o sana? ¿Desde qué lugar habla esta persona? Después, cuando cita a
Catherine Millot, por el libro “Exsexo”, habla otra vez de “estos fenómenos” en
vez de llamarlas “personas”. Orgullosa dictamina: “El transexualismo, al
solicitar una intervención quirúrgica para poder convertirse en el otro sexo o
tomar hormonas desde la pubertad, tiene que ver con un núcleo psicótico que en
la mayoría de los casos estabiliza y queda bajo el nombre de trans, ni siquiera
transexual… Travestirse es disfrazarse. El travestismo juega a ser mujeres con
penes y hay muchos hombres a quienes los travestis seducen. Cuando el varón,
que cree que es una mujer, aparece el miembro fálico. Es decir, el travesti
goza con la angustia del pertener porque aparece algo donde no tiene que
estar.” Concluye diciendo: “No habría transexuales si no hubieran cirujanos e
industria farmacéutica”.
O sea que hay culpables de esto. Dice que no
hay alternativas, que no se puede elegir, que nosotrxs no decidimos. Entonces,
¿quién decide? Ella, en nombre del inconsciente, quiere decidir por nosotrxs,
por nuestra identidad, es decir, por nuestra vida. A esta señora que habla en
su video, le decimos que (no sé ella que habla en nombre de Lacan y del
inconsciente) pero hay personas que sí elegimos, y elegimos ser diferentes a lo
hegemónico, y fiel a lo que sentimos.