noviembre 22, 2024
Medios

Amor Trascendente, el sentido de la vida

Por Cecilia Tarling*

El pasado mes de febrero iniciamos el año en El Adán contándoles sobre la receta de la abundancia. Presentamos tres ingredientes que seguramente no serán los únicos, porque como toda receta, cada cocinero le pone su toque personal y único.

Nos animamos a abrir la puerta a nuestra capacidad de sorprendernos, de ampliar la mirada y descubrir a la abundancia como estado del ser, donde todo ya nos ha sido dado.

Nuestros ingredientes: el Amor trascendente, el desapego y el perdón, hacia nosotros mismos y hacia los demás, que serán parte de nuestra reflexión los próximos meses.

Hoy vamos a asomarnos al Amor Trascendente con la ayuda de VIKTOR E. FRANKL y un párrafo de su libro “El hombre en busca de sentido”.

 “Asomarnos” porque esa es la humilde propuesta de estas líneas, despertar en nosotros el deseo de buscar.

Hablar de un Amor que nos hace plenos y eleva nuestra existencia, es hablar del sentido de la vida.

“Dudo que haya ningún médico que pueda contestar a esta pregunta en términos generales, ya que el sentido de la vida difiere de un hombre a otro, de un día para otro, de una hora a otra hora. Así pues, lo que importa no es el sentido de la vida en

términos generales, sino el significado concreto de la vida de cada individuo en un momento dado.”

Nos acercamos nuevamente a la necesidad de vivir atentos al presente, alimentados por nuestra historia y con esperanza en el futuro. Con los ojos bien abiertos para poder contemplar nuestra vida, ella nos va a ir señalando donde realizar nuestra tarea, aquella de Amar, ese Amor en acción, es lo que somos.

“…el amor es la meta última y más alta a que puede aspirar el Hombre” dice Frankl. Y nos ayuda a entender que “el verdadero sentido de la vida debe encontrarse en el mundo y no dentro del ser humano o de su propia psique, como si se tratara de un sistema cerrado. Por idéntica razón, la verdadera meta de la existencia humana no puede hallarse en lo que se denomina autorrealización. No puede ser en sí misma una meta por la simple razón de que cuanto más se esfuerce el hombre por conseguirla más se le escapa, pues sólo en la misma medida en que el hombre se compromete al cumplimiento del sentido de su vida, en esa misma medida se autorrealiza.

En otras palabras, la autorrealización no puede alcanzarse cuando se considera ‘un fin en sí misma, sino cuando se la toma como efecto secundario de la propia trascendencia.”

Ese Amor, trasciende nuestra propia individualidad y nos hace consientes de la misteriosa y concreta responsabilidad que tenemos en esa parte del Todo que formamos. Un Don nos ha sido dado, nuestra propia vida, que es parte del gran Amor que entrelaza a toda la Humanidad.

Compartir ese Amor es la gran misión que llena todo de sentido.  ¿Cómo? Se nos irá develando.

Jesús le dijo al ciego “¿Qué quieres que haga por ti?”. “Señor, que yo vea otra vez”.

Que así sea”.

*Comunidad Mundial para la Meditación Cristiana Argentina

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